Siempre he pensado que ir al archivo es como salir de pesca: hay días que echas las redes y vuelves a casa con kilos y kilos de pescado y otros en los que, después de haber estado horas y horas a la espera de una buena captura, regresas de vacío. Claro que mi afición a la pesca también me ha hecho darme cuenta de que no es lo mismo lanzar la red y tirar de ella que ir pertrechado con una simple caña. No es lo mismo ir a sardinas que a por bonito del Norte. Para alguien que como yo se dedica a temas de historia de la diplomacia y las relaciones internacionales, sumergirse, por ejemplo, en los papeles de Estado de Simancas es una maravilla: series y series completas de consultas con precisas informaciones de los embajadores en París, Londres o Roma que llegan a su destino semanalmente. Cuando estoy ahí siempre pienso en las redes y también en que el trabajo es entretenido y aparentemente sencillo y que volveré a casa cargado de notas. Sin embargo, sé que mientras me aplico a la sardina en el mar, las truchas se esconden en los fríos ríos de la sierra y que para atraparlas no hay red que valga. Una buena pieza, también para nosotros historiadores, es como una trucha. Hay que trabajarla. Subir el curso del río contracorriente, saltar de piedra en piedra, mojarse (ya se sabe, el que quiera peces...) y lanzar y recoger mil veces la cucharilla. Las truchas se esconden en las sombras, en las aguas frías y se alimentan de insectos que caen al agua. La cucharilla es la fórmula para atraparla pero sé que si lanzo la caña en un remanso lleno de gente, donde acuden todos, no tendré recompensa. Si, en cambio, me adentro en zonas inhóspitas y poco exploradas es probable que obtengan un buen trofeo y el reconocimiento de mis compañeros pescadores. La satisfacción será mayor con la captura de un raro ejemplar que con la red llena de comunes peces y quién sabe si habré incluso descubierto un buen caladero. Esa es la pesca del legajo. Las series documentales son magníficas y esenciales pero las truchas distinguen a los buenos investigadores.
Eso sí, un último consejo: de nada servirá disponer de la mejor materia prima si no la sabemos cocinar y acompañarla de una rica guarnición. Lo que se encuentra en el archivo no vale con sacarlo de ahí y citarlo y volverlo a citar. Hace falta reflexión, bibliografía y más reflexión. Yo, por ahora, estoy en ello aunque no sé si habré alcanzado ya el grado de cocinillas.