Interrumpo mis vacaciones de feliz incomunicación en Aveinte (sin internet y casi sin televisión) para realizar unas gestiones en Madrid y descubro que, por tercer año consecutivo, soy finalista del certamen internacional Martín Gaite que, en esta edición, ha contado con más de mil concurrentes.
A pesar de que lo más probable es que me quede en mero finalista, como en las dos ocasiones anteriores, siempre se agradecen estos estímulos que te indican que, después de todo, no se hacen las cosas tan mal, en especial este año, en el que apenas he concursado.