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Quizás uno valore las cosas cuando nunca las ha tenido o podido disfrutar. También cuando disfrutándolas se las han quitado o han desaparecido. Hay casos que no se han disfrutado no por no poder sino porque se tenía un sustituto. Pero siempre han estado ahí, más o menos visibles, pero existían.
Me refiero a los servicios públicos y en concreto a las bibliotecas. Están al servicio de uno, a pedir de boca. Sólo hay que respetar el horario y comportarse respetando las normas dentro de ellas. En el caso de querer sacar un material o reservar ordenador necesitas un carnet que te identifique y demuestre que tienes derecho a ello. Por lo demás, vía libre. Es una maravilla saber que tienes espacios abiertos a tu disposición y en diferentes puntos de la ciudad. ¡Puedes hasta hacer turismo de bibliotecas! Si tienes una reunión o has quedado en otro punto sabes que hay una biblioteca cerca para hacer tiempo hasta que se haga la hora o para continuar tus tareas después de aquéllo.
Hay que pararse a comentar el arte que hay en ellas no sólo en sus numerosos volúmenes y manuales sino también en sus paredes, en sus estructuras arquitectónicas, en sus interiores con emblemas, columnas, patios, pinturas, claustros, cuadros, arcos… Hay un sinfín de elementos que merecen ser contemplados antes de ponerse manos a la obra y de meter cabeza en lo que tengamos que realizar. Es importante sentirse parte de lo que a uno le rodea, no estamos observando por una mirilla lo que hay al otro lado; estamos siendo parte de un edificio de mucho valor y como tal, merece ser valorado.
Es interesante ver que no sólo son estudiantes universitarios los que allí se dan cita. Desde niños de educación primaria hasta jubilados buscan asiento entre las mesas dispuestas. Y cada uno aprovecha su tiempo, libre o no, allí. Unos hacen los deberes o realizan unos trabajos; otros dan un repaso a la prensa del día o hacen los pasatiempos de la misma; muchos reservan ordenador para realizar búsquedas o revisar su cuenta de correo y redes sociales y otros tantos leen novelas o estudian un nuevo idioma. El caso es dar cabida a la cultura, alimentar la mente.
Cuando uno pone un pie en una de ellas se le quita mucha tontería de encima. Mucho cliché se desmorona de repente. Muchas teorías y rumores se silencian. En cambio, al poner un pie fuera de ellas al finalizar la estancia allí se adhieren muchos conocimientos. Muchas motivaciones crecen en el interior. Muchos pensamientos y quereres se ponen en pie. Las bibliotecas tienen ese poder de cambio en una persona si ésta se deja hacer y, además, hace un uso de ellas como se espera. Es un pequeño mundo de la cultura donde hay ciudadanos también y éstos se relacionan entre silencios, gestos y palabras, pocas o muchas dependiendo de si tienen relación o no.
Al igual que en otros espacios donde uno acude diariamente se crea un ambiente familiar y hasta de acogida. Hay bibliotecas pequeñas, medianas y grandes; según su tamaño se crea más o menos esa acogida. Da gusto entrar y salir, ver los mismos rostros un día tras otro y sentirse bienvenido. Todos allí somos respetados y además esperados, porque la cotidianidad hace que crezca una pertenencia y ésta provoca esa necesidad de encuentro. También puede uno percatarse cómo de arraigada está la costumbre en toda persona por eso de que las personas son animales de costumbres. Pues bien, si se acude de manera frecuente a una biblioteca u otro lugar podrá verse a ciertas personas que se sientan en el mismo lugar, que siguen una rutina de despliegue de material y que fijan un tiempo reservado para el almuerzo o merienda e incluso para realizar llamadas. Es interesante cómo encajan las rutinas de cada uno y cómo se va creando, poco a poco, una armonía entre todas.
La biblioteca es un lugar no de paso sino de estancia. Igual que uno decide ir de compras o al cine, ver la televisión o tocar un instrumento, puede decidir acudir a una biblioteca y dejar pasar el tiempo hasta percatarse que aquel sonido ensordecedor era la alarma que avisa del cierre de puertas de la misma. La biblioteca es un lugar seguro, una garantía de aprovechamiento del tiempo y un surtidor de ideas, de soluciones y de alegrías. Si no has visitado una de estas no sé a qué estás esperando, pero ten cuidado que crea adicción de sabiduría.