Me acuerdo cuando era niña y estudiaba en la escuela japonesa. Una de las cosas que más odiaba eran los aburridos rituales en los que teníamos que participar. Entre todos, los de las mañanas eran los peores. Llegábamos todos soñolientos y lo primero que teníamos que hacer era ponernos todos en fila para escuchar las palabras del director. Imagínense lo que es eso para un niño que apenas habla el idioma. Más de una vez me habían llamado la atención por dormirme de pie. Y para colmos, luego teníamos que empezar a limpiar las aulas, los baños, y una vez por semana el gimnasio y los alrededores. ¨No entiendo por que no le pagan a alguien para que venga a limpiar¨ me pasaba pensando cada vez que tenía que limpiar el escusado.
Hace unos días tuvimos que hacer la limpieza del año en la compañía. Todos en ropa casual, llevamos guantes, mascarillas, paños y cuantas herramientas se puedan imaginar. El ritual dentro de la empresa no dista mucho de lo que viví en la escuela japonesa. Todas las mañanas nos reunimos, el director habla, nos notifica la situación actual y la persona elegida ese día para dirigir la reunión, termina con una pequeña charla. Luego ordenamos, limpiamos o aspiramos rápidamente nuestra área de trabajo para empezar el día en orden. Una limpieza anual no le genera gracia a casi nadie. Solo pensar en la suciedad acumulada y los ácaros regocijándose en el polvo, es casi que suficiente para terminar con una alergia crónica sin siquiera haber empezado.
Había visto hace años una novela sobre una chica que quería ser cocinera profesional de comida budista. Ella fue a entrenarse al monasterio de una monja que aceptó enseñarle absolutamente todo. Como eran años de entrenamiento, tuvo que irse al monasterio y vivir bajo estrictos reglamentos y carencias materiales. Algo de lo que la mayoría de las personas de nuestra generación no está acostumbrada, ni dispuesta a vivir. Un día, la monja le había pedido a la chica que limpiara el baño completo. La chica se fue a limpiarlo con el ceño fruncido. En su pequeña cabeza sólo se escuchaba una vocecita repitiéndole una y otra vez ¨Tu sos cocinera. No limpia baños. Fuiste elegida para crear arte y belleza, no tienes por que soportar el olor desagradable de los desechos de otros¨
La chica exhausta regresó a donde la monja, y con una cara cansada e indignada le dice ¨Ya terminé. Me voy a cocinar algo¨. La monja le dijo que esperara y le pidió de nuevo que lo limpiara. La cara de la chica se distorsionó aún más y le dijo ¨Pero lo acaba de limpiar!¨. La monja le contesta ¨No está limpio todavía.Ve de nuevo.¨ O hacía caso a esa vieja loca hasta dejarla satisfecha, o no podía aprender a cocinar. Dos, seis, hasta diez veces tuvo que limpiar el baño. Ya era la madrugada y sus manos llenas de heridas dejaron de sentir. La monja permaneció inmovible en el mismo lugar, esperando con paciencia que la chica lograra matar su ego y limpiara su corazón. El día siguiente encuentra a la chica a la par del escusado sollozando y diciéndole ¨Perdona señor escusado. Yo estoy tratando de dejarte bien blanco. Así, la próxima persona que te visite se va a sentir muy a gusto contigo. Me das permiso a hacer mi mejor esfuerzo? Gracias por ser siempre tan útil¨ La monja salió del baño a escondidas y aceleró el paso hacia su dormitorio. Era inevitable no soltar una carcajada de lo cómico pero maravilloso que acababa de presenciar. La chica había entendido que hiciera lo que hiciera, la actitud y el sentimiento que le ponía a las cosas, era lo que iba a determinar el producto. Ese día fue definitivo para darse cuenta de que su arte era ella y ella su arte.
Un acto tan simple y básico como limpiar, nos inculca valores, nos disciplina, nos crea paciencia y perseverancia e Inclusive nos ayuda a ordenar nuestra mente y sentimientos. Reconozco no ser muy fanática de la limpieza, menos por las mañanas, pero el sentimiento de frescura que se siente al terminar, y la energía positiva que fluye en el lugar, es lo que más me place y lo que tengo en mente antes de empezar. A pesar de las diferencias culturales, me parece fenomenal la idea de incluir esta práctica en las escuelas o empresas, ya que además de inculcar todo lo anteriormente citado, es definitivamente una manera para generar un sentimiento de pertenencia y compromiso hacia lo que hacemos y hacia nosotros mismos.
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