¿Quieres olvidarte de esa relación que te dejó con trauma? ¿Quieres comer pescado sin espinas? Cuídate de aquello a lo que prestas atención.
Muchas veces nos vemos en medio del círculo vicioso preguntándonos por qué no salimos de él. Miramos alrededor y esperamos encontrar el personaje responsable de nuestro drama personal para tener la tranquilidad de poder echarle la culpa ¿Habrá algo más placentero y tranquilizador que culpabilizar? Pero, qué tiene que ver todo eso con el título de esta entrada... ¡Pues todo! Porque el drama en el que vivimos lo hemos creado nosotros mismos, es nuestro infierno. ¿No lo crees? Ven y lo entendemos en términos sencillos.
El infierno es imaginario
La versión de infierno que tenemos ahora, ese lugar caliente, azufrado, con almas en pena, castigo eterno y rechinar de dientes... no existe más que en nuestra imaginación. La versión del infierno en la que creo es más una sensación y un estado del alma que un lugar. El infierno vive en nosotros, es una consecuencia y también un proceso. El infierno es la manifestación de nuestras peores pesadillas y de nuestras peores elecciones.
Si te quejas del trabajo que tienes... sí, tú firmaste el contrato y eres tú quien sigue ahí. Si te quejas de la pareja que tienes... sí, tú la elegiste y sigues con ella. Si te quejas del tráfico (yendo en tu auto)... sí, tú también eres parte del tráfico. Si te quejas de tu costosa tarjeta de crédito... sí, recuerda que tú saliste corriendo a sacarla cuando tu banco te la ofreció "gratis" y ahora compras cualquier tontería con ella.
Por qué el temor atrae lo que rechazas
Cuando prestamos atención estamos concentrando y poniendo energía en algo. Es tanto nuestro rechazo que terminamos fijándonos solo en aquello a lo que nos resistimos y efectivamente es eso lo que manifestamos tarde o temprano. Hacemos real aquello a lo que le prestamos atención.
¿Conoces a alguien a quien siempre le sale la espina de pescado, la mosca en la sopa y el pelo en el arroz? Siempre es a esa persona, no es coincidencia, no es "magia", ni "budú", ni que tenga "mala suerte". Esta es gente que pone toda su atención en la posibilidad de que este tipo de cosas [molestas para ellos] les ocurran. Así es como funciona, por eso es que la resistencia genera persistencia.Para resistirnos a algo tenemos que pensar en ello. Hagamos una prueba sencilla: "NO pienses en un elefante rosado" ... Hazlo, en serio... Ahora mira qué simple: primero tienes que pensar en un elefante y segundo tienes que verlo rosado para poder entenderme, y luego caes en cuenta de que no puedes pensar en él, pero lo paradójico es que precisamente "para no hacerlo tienes que hacerlo".
A nuestro cerebro la palabra "NO" le funciona como un obstáculo; es como un río sobre el que tiramos un tronco (el NO) para bloquearlo: llega un punto en que dejamos de ver el tronco mientras el agua se represa y se represa y termina desbordándose; precisamente esa agua es aquello a lo que nos resistimos, a lo que terminamos prestándole más atención.
Por qué lo que aceptas te transforma
Aquí es donde se pone interesante el asunto. Esta habilidad le agrega una dosis fenomenal de simplicidad a la vida. Practiquemos con un ejemplo: ¿Sigues con trauma por ese novio o novia del pasado? ¿Sigues con trauma por ese "amor imposible", por esa media naranja que vino, tomó lo mejor de ti (o no tomó nada) y luego se fue para dejarte un corazón roto?
Supongamos que tu galán se llama Pepe (o si es una dama llamémosla Tulia). Seguro que tendrás un amigo o amiga que te aconsejará: "¡No pienses en Pepe (o en Tulia)! ¡Deja de pensar en él!" Pero esta lógica funciona igual que la del ejemplo del elefante rosado (¡De paso, ensaya a pensar en Pepe con un disfraz de elefante rosado ceñido al cuerpo! ¡Desagradable! ¿No?). Para dejar de pensar en Pepe tienes que traer a tu mente la imagen de él.Bueno, aquí va la sugerencia al revés: ¡Pues piensa en Pepe (o Tulia), deja que vengan los recuerdos que tienes con él! Y conforme van viniendo date cuenta de qué es lo que viene, deja que todo eso fluya, no te resistas ¿Qué recuerdas? ¿Qué aprendiste estando con él? ¿Qué agradeces de esta relación? ¿Qué es aquello que definitivamente no volverías a repetir porque en ese momento te dejó una herida? ¿Qué hizo que para ti eso fuera una herida? ¿Ya sanaste? ¡Si ya sanate, genial por ti! ¿No lo has hecho? ¿Por qué no? ¿Qué es aquello que no has querido aceptar o aprender de esa experiencia con Pepe?
Si observas el ejercicio, te darás cuenta de que el problema no es dejar de pensar en Pepe o en Tulia. Si evitas fijarte en algo y dejas fluir el pensamiento alrededor de Pepe, te darás cuenta de que es mas fácil dejar pasar.
Es como si cruzas a pie por un río y levantas lodo y vuelves y pasas y levantas más lodo y encima te quedas a medio camino mirando el lodo y la turbiedad del agua. Si más bien te quedas en la orilla y dejas que el agua fluya verás que todo vuelve a estar cristalino y transparente y hasta podrás ver las huellas que dejaste en el fondo. Ahí están, ahí las ves, pero no eres esas huellas, es algo que ya pasó, y la turbiedad es algo que se va río abajo.
Posiblemente nunca se te borre de la memoria el recuerdo de Pepe... y volvemos a lo mismo, si lo quieres borrar persistirá en ti, pero en cambio, si aceptas la presencia del recuerdo te darás cuenta de que puede estar ti, y de que como muchas cosas que te constituyen, con el tiempo poco a poco se convertirá en una parte más del sencillo paisaje que es tu vida.
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