A los mares y montañas, que también esperan.
¿Qué dirán los mares y océanos ahora solos? ¿Qué escucharán ellos cuando las noches ya no tengan luna? ¿Acaso sin botas las montañas podrán flaquear o reblandecerse? ¿Y los mares expulsar su saliva a los pies de algún solitario? ¿O los niños enamorarse de pieles húmedas en la lluvia? ¿Y a dónde irán los primeros planos de aquellos amantes que una vez naufragaron? ¿Quizá se perdió para siempre el silencio que iba a llenar una vida? ¿Aquella mirada que haría sangrar al Universo? ¿Cuántos desperdicios más que nadie ya limpiará, porque no habrá escobas, ni música que las meza? ¿Y quién nos devolverá a los difuntos, con su luz pálida, casi ya de tierra blanda? ¿Y quién nos devolverá los días en los que de inocencia no pudimos hacer frente al Sol? ¿Y quién la sonrisa que de la mano nunca llegó? ¿Y aquella luz que se iba a colar por la ventana, ahora cerrada? ¿Pero cómo nombrar lo que no vimos nacer?
Y mientras la vida se quería a sí misma, devorándose a su paso, los días se retiraban a la tierra de Nadie. Solo la música siguió su camino.
Sexto día de confinamiento