Revista América Latina

A los que no les dieron el indulto.

Publicado el 21 mayo 2014 por Jmartoranoster

1.-Sentencia: pena de muerte, fusilamiento.

El preso en la espera, es sometido a la tortura. Intenta escapar, pero no lo logra. Vuelve a ser torturado. Entre el dolor y la indignación recuerda su niñez: había crecido sin madre por una de esas enfermedades que azotan a los pobres y recordaba como su padre sembró la tierra en condiciones de esclavo, para mantenerlo a él y a sus hermanos aun pequeños. La fortaleza del condenado residía en el recuerdo de su padre militante quien había sido golpeado hasta quedar paralitico gracias a “la justicia colonialista”. Aquella imagen de su padre resistiendo a los imperialistas franceses, lo hacía fuerte contra los imperialistas gringos.

Van Troi nunca declaró en contra de sus compañeros ni develó los planes para derrumbar aquel puente vietnamita por donde pasaría el jefe del Pentágono de los EEUU. Supo de unos comunistas del otro lado del mundo, unos venezolanos, que habían secuestrado un coronel gringo hasta tanto, lo liberasen a él. Van Troi sintió el orgullo de ser comunista. Pero las peticiones de canje de prisioneros no se dio. Su esposa lloró pidiendo clemencia para su joven esposo de 24 años. Pero la humanidad no llegó. El indulto solicitado por los comunistas del mundo al presidente Johnson no fue otorgado. A los 5 meses exactos, fue llevado al poste de fusilamiento frente a corresponsales de la prensa vietnamitas y extranjeras quienes recogieron sus últimas palabras:

“No pude soportar la muerte de mi pueblo y la humillación de mi patria. No soy culpable ante los ojos de mi pueblo, ni ante mis compatriotas. He luchado contra el imperialismo yanqui que ha agredido a Viet Nam del Sur con desgracias, dolor y muerte. Amo entrañablemente a mi Viet Nam querido, nunca he estado contra mi pueblo. ¡Viva Ho Chi Min!.

 

2.-Sentencia: 14 años de cárcel.

Aunque era un preso político, fue colocado con los presos comunes. No fueron encontradas las pruebas que lo implicasen en tiroteos y actos terroristas pero fue apresado por posesión de armas. En prisión se dedicó a escribir ensayos periodísticos y poesía.

Se convirtió en el líder de los presos que comulgaban con la idea de una Republica de Irlanda soberana del Reino Unido. Formó parte de una serie de protestas dentro de la prisión que exigían el trato diferencial entre criminales y presos políticos, por lo que le fue sustraído todo tipo de mobiliario de la celda y fue sometido a maltratos físicos asociados con el uso del baño y el aseo físico. Se le adhirieron a las protestas cerca de 300 presos, que se reusaron a usar el uniforme y a asistir a los baños. Estas protestas les llamaron “protesta de las mantas” y “protesta sucia”. Los presos políticos pedían al gobierno, no usar el uniforme, no hacer los trabajos forzados, tener el derecho de organizar actividades educativas, derecho a una visita, una carta y un paquete a la semana y la eliminación de castigos por las protestas.

Luego de 5 años de prisión Bobby Sands, el mismo al que no se encontraron pruebas para su captura, inició una huelga de hambre reafirmando las exigencias y provocando el interés de los medios de comunicación. Esa popularidad al tiempo que transcurría la huelga de hambre lo llevó a ser postulado  a un cargo de parlamentario. Pero las exigencias para sus compañeros presos nunca se cumplieron.

Margaret Thatcher continuó implacable con aquellos que habían osado hablar de soberanía. Bobby ganó su curul en la cámara de los comunes, siendo el más joven elegido en la historia de su país, pero murió preso después de 66 días de huelga de hambre a los 27 años.

El ataúd lo alzaron siete hombres jóvenes y un comandante ya entrado en años, atuendados todos con ropa camuflajeada, botas y pasamontañas. El féretro, cubierto con la bandera tricolor republicana. Dos gaiteros celtas acompañaron el cortejo. Cien mil personas acompañaron al líder. El indulto solicitado varias veces a la Thatcher fue negado.

 


3.- Sentencia: pena de muerte en la silla eléctrica.

Alegato de defensa del pescadero y del zapatero:

 

“Hemos sido erróneamente condenados por un atroz asesinato que otras personas cometieron. El crimen es completamente extraño a la lucha de los trabajadores para mejorar su situación. No tenemos miedo a la muerte. Todo trabajador, como siervo del capitalismo, afronta millones de veces la muerte en el cumplimiento de sus tareas. No tememos la muerte, pero nos rebelamos angustiados al pensar que debemos morir por un delito que no hemos cometido, por un hecho que no tiene ningún significado social. Desde los primeros años de nuestra juventud hasta el momento de la detención dimos nuestro tiempo, nuestras fatigas y los medios que ganábamos penosamente a la educación de los trabajadores, preparándolos para el día que el proletariado sepa emanciparse.

No somos vulgares malhechores que robamos y matamos. Ningún hombre en condiciones mentales normales comete un asesinato. Los delitos de violencia son la demostración precisa de que la actual sociedad está en condiciones anormales que determinan esas formas especiales de delincuencia. No es preciso aquí repetir la historia de nuestro proceso y de nuestra condena. Una red diabólica de mentiras fue construida en nuestro daño y algunos inocentes actos nuestros fueron hábilmente falseados por la mentalidad insidiosa de aquellos que en los defensores del trabajo, ven solamente enemigos de la sociedad. El capitalismo americano no llega a comprender que un trabajador pueda ser un activo luchador contra la explotación y al mismo tiempo tener una inteligencia y un corazón que repudien los hechos de violencia. El complot tuvo el último retoque al ponerse en evidencia nuestra fe en la justicia de las reivindicaciones de los trabajadores. Esta razón fue suficiente para condenarnos.

Si vamos a la silla eléctrica iremos, no porque se haya demostrado que somos culpables del delito que se nos atribuye, sino por nuestros ideales. E iremos permaneciendo fieles a nuestros principios, los cuales, si hoy son rechazados y combatidos, mañana dominarán la vida. Si morimos, moriremos con la convicción de que los hombres de vanguardia deben morir siempre. Deseamos, mientras tanto, que nuestra muerte no ocurra en vano y que ustedes, trabajadores que hacen posible la vida de la sociedad moderna, hagan que nuestro sacrificio sea más elocuente y útil al progreso social que lo sería nuestra vida. No queremos morir inútilmente. Si hemos de morir, hagan al menos que nuestro sacrificio contribuya a abrir el camino a un mundo en el que no existan más las clases dominantes, sofocando las aspiraciones de la libertad”.
Nicolás Sacco Bartolomé Vanzetti.

 

Las apelaciones y protestas postergaron la sentencia durante 7 años. La mirada indiferente de tres presidentes estadounidenses, Wilson, Harding y Coolidge, no modificó el desenlace. El indulto solicitado en varias ocasiones a estos tres presidentes fue negado. La ejecución de Sacco y Vanzetti forjaron protestas en Nueva York, Londres, Ámsterdam y Tokyo, París, Ginebra y Alemania.

 

4.- Sentencia: pena de muerte en la silla eléctrica.

El juicio a que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo. Ciertas o no las acusaciones de espionaje, ambos fueron ejecutados en virtud de la Ley de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, aunque en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, Estados Unidos no estaba en guerra con la Unión Soviética. Al comparar este caso con otros similares, se observa un mayor agravio, impulsado por el ambiente anti-comunista.

Los esposos Rosenberg formaron parte de la Juventud Comunista de los Estados Unidos. Ese hecho los juzgó para siempre llegando a inculparlos de develar secretos de la bomba atómica estadounidense a los soviéticos. En 1995 finalizada la Guerra Fría, el FBI encontró evidencias de que Julius Rosenberg trabajaba para los servicios de espionaje soviéticos, pero no así su esposa Ethel. Este lamentable hecho evidenció que en el país se perseguía a todos aquellos que tenían indicios de simpatizar con la izquierda y el comunismo.

El presidente de los EEUU Eisenhower negó cualquier indulto o disminución de la pena.
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Como vemos el castigo y el perdón están condicionados por la lucha de clases. Los oligarcas dominantes son guiados por la crueldad, castigan en exceso y perdonan con mezquindad.

En los revolucionarios el castigo y el perdón los determinan el beneficio a la causa del amor, éstos perdonan con abundancia y castigan con bondad.

Los bolivarianos debemos repensar estos ejemplos y hacer algunas reflexiones a cerca de como aplicamos los castigos.

 

Rosa Natalia 20-5-2014


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