(Ni tú ni yo. No hablo ni de ti ni de mí. O sí. No te tomes esto como algo personal.)
Estúpidamente lógico.
Por mucho que nos cueste entenderlo, aceptarlo y asumirlo, gracias a nuestras cultura y educación del control, la razón y la planificación –y los sueños por cumplir y las motivaciones extrínsecas de mierda–, la vida es eminentemente incierta y azarosa, y cuanto más te alejas del presente y te pierdes en las cavilaciones, ilusiones, proyectos o sueños futuros, mayor es esa incertidumbre y la influencia del azar sobre ella –o el destino, dios, el misterio, la fortuna o como quieras llamarle (sí, sí, a mí también me convencieron de que era el dueño de mi vida, blablabla…; claro que somos los dueños de nuestros actos, pero ¿de nuestra vida?).
Y si no, mira hacia atrás y dime si estás exactamente donde pensabas que ibas a estar, si crees exactamente lo que pensabas que ibas a creer, si sientes exactamente lo que pensabas que ibas a sentir hace diez años –o cinco, o uno–, por muy bien que ta vayan las cosas y por muy bueno que seas haciendo planes y cumpliéndolos a raja tabla. Apuesto a que no. Si eres una excepción –o una especie de máquina deshumanizada–, felicidades.
¿Quieres tener éxito en tus objetivos, planes, metas?
Plantéatelos lo más cerca posible al momento presente.
Y si son para hoy mismo, y si son día a día, mejor.
(Aunque esto tampoco será una garantía de éxito al cien por cien).
Esto es sólo mi opinión, que cambia constantemente. No me creas. Crea la tuya.
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