Mi opinión
En A merced de un dios salvaje conoceremos a Hugo Betancor y su hijo Raúl. Ambos viajarán desde Lanzarote hasta San Vicente de la Sonsierra, en La Rioja, para arreglar los temas hereditarios de Raúl, una vez fallecida su abuela materna, propietaria de la Finca Las Brumas. Hugo espera terminar rápido con los trámites, vender la parte de la bodega que le corresponde a su hijo y liquidar las deudas que lo atosigan, pero una vez allí todo se complica. No solo va a conocer por primera vez a la familia de su mujer fallecida, sino que va a descubrir que tuvo un hermano que con la edad de Hugo desapareció, un hermano con el que su hijo guarda un asombroso parecido.
La novela se nos presenta como un thriller psicológico, aunque en mi opinión tiene mucho más de drama y de novela negra, en el que fácilmente se adivina que hay más de un secreto familiar y esto es algo a lo que ya sabéis no puedo resistirme de ninguna forma. Desde el principio el lector es partícipe de esa sensación de que hay algo que los personajes esconden, tanto al lector como entre ellos. Esta sensación se ve favorecida por el uso de un narrador protagonista que con la voz de Hugo nos transmite su incomodidad y recelos así como su preocupación e inquietud por su hijo que padece el síndrome de Dravet, una enfermedad rara que el autor nos muestra de forma clara en su gravedad, pero sin caer en dramatismos.
Alternando presente y pasado, la novela va y viene entre la época actual y los sucesos acaecidos veinte años atrás. Saltos temporales que se suceden sin confusión alguna ya que en el encabezamiento de cada capítulo sabremos si hemos vuelto al pasado o no, y que ayudan a que el ritmo de la novela esté en continuo crecimiento. Si a eso sumamos que el equilibrio entre narración y diálogo es el adecuado y que en todos los capítulos sucede algo relevante, tenemos una novela que se lee apenas sin darte cuenta con una trama que no da un respiro desde sus inicios.
Si la trama me ha gustado, la ambientación sencillamente me ha encantado. De la mano de Andrés Pascual vamos a recorrer no solo el paisaje de la Rioja Alta, sino también su historia y cultura, y los usos y costumbres del lugar. Se aprecia así, además del conocimiento propio que el autor tenga sobre su tierra natal, la que sin duda ha sido una ardua labor de documentación que, en contadas ocasiones, queda expuesta de forma poco integrada en la narración. A pesar de ello y aun estando ambientada en una bodega es precisamente en el mundo del vino y su elaboración donde menos se detiene el autor, aunque evidentemente siempre está presente.
En cuanto a la investigación policial que se lleva a cabo debo decir que he tenido mis más y mis menos con algún aspecto y es que, en ocasiones, ciertas situaciones y actuaciones me han resultado poco creíbles, con excesivas licencias por parte del autor que me han parecido más encaminadas al interés propio por el desarrollo de la trama, que adecuadas a lo que en la vida real sería una investigación oficial y esto a mí, aunque solo sea una parte de la novela, me ha pesado bastante durante la lectura.
En definitiva, y salvo la pequeña pega apuntada, A merced de un dios salvaje es una novela que se lee con gusto e interés y que, escrita con una prosa sencilla y ágil, me ha deparado unas cuantas horas de entretenimiento.