Ahora que tengo tantos amigos invisibles en las redes sociales que no los podría contar ni juntando los dedos de mis manos y mis pies aunque fuera un ciempiés, me acuerdo cuando solamente tenía uno. Tú sí que eras de verdad un auténtico amigo, el cómplice perfecto, el que me mostró tantos mundos que yo no sabía que llevaba dentro.̶ ¿Crees que tengo mucha imaginación como dicen los mayores?̶ Pues con la imaginación puedes… hasta cambiar de mundo si quieres. En cambio ellos no tienen ninguna imaginación, así les va.Esto solo lo hablaba contigo, Mario. Tú conocías mis problemas y mis alegrías. ¡Qué divertido era tener un amigo especial como tú! A los seis años nos encontramos en el colegio. Cuando otros niños estaban conmigo, tú no te acercabas, pero nos mirábamos. ¿Recuerdas? En casa me prohibían hablar contigo porque decían que no eras un verdadero amigo. Cuando me mandaban a mi cuarto pensaban que me castigaban, allí volábamos hacia mundos de fantasía en los que siempre éramos los protagonistas de nuestros juegos. Nos gustaba navegar en nuestro barco por el mar estrellado. ¿Te acuerdas que por la noche nuestra estrella bajaba y nos contaba historias de su cielo?Aquella tarde de verano cuando volvíamos de la plaza hablando tranquilamente una carcajada explosiva sonó a mis espaldas. Me volví y me encontré con la vecina que congestionada por la risa arrastraba cada palabra imitándome. La muy bruja nos había seguido. Quise golpearla con mis puños. En ese momento desapareciste con tu mundo mágico y tu sonrisa. Se acabaron las risas contagiosas y aquellas tardes tan divertidas. La burla de la vecina haciendo el gesto con el dedo índice en la sien indicándome que estaba loco se me atragantó. Me llevaron a un centro, por mi bien decían. Los psicólogos se negaban a creer que tú y yo ya no nos veíamos. ¡Qué complicado es el mundo de los mayores! Cuando pasó un tiempo dijeron que ya estaba curado.De aquella maravillosa época donde podíamos atrapar sueños al alcance de la mano quedaba un cabo suelto. Recorté de un periódico las letras que necesitaba para formar una frase. Las pegué en un folio blanco y bien doblado lo metí en un sobre y lo envié por correos. El día que oí llorar a la vecina porque el novio la había dejado me sentí feliz. ¡Lo había conseguido! Te lo debía Mario.©María Pilar