Durante estas vacaciones navideñas, reunidos/as en la mesa frente a una mesa repleta de comida, cualquier debate puede surgir (de ello lo de “donde hay confianza da asco”) y te das cuenta, de manera consciente o no, de que todos/as hablamos sin saber constantemente. Pero esto se da también en el día a día cotidiano, y en consecuencia a lo que decimos obramos de manera ignorante. Pues uno de esos temas o conceptos de debate es el feminismo, tan maltratado por los tópicos como por la defensa de este sin argumentos.
Para comenzar, habría que saber que significa, y para ello no acuda a un diccionario corriente, pues la gran mayoría sufren de sesgo masculino (bien patriarcal). ¿Y cómo definirlo entonces? Pues como un movimiento social y político (me atrevería a añadir cultural) que se inició en el siglo XVIII, el cual supone la propia toma de conciencia por parte de la mujer como grupo ante cualquier tipo de opresión, explotación y de dominio por parte del varón (o de la misma sociedad) a lo largo de la historia dentro del patriarcado, hecho que la mueve a actuar para cambiar su sociedad y así alcanzar su liberación sexual (entendida como género).
Si bien, a esto hay que añadirle algunas ideas como que el hombre también debe tomar conciencia del grupo femenino, pues la lucha feminista no debe solo ser de la mujer ya que somos seres sociales y por ende el hombre convive. Si se excluye al hombre de la lucha feminista se le excluye de entender la realidad femenina, haciendo que su educación pueda caer en clichés machistas. Una sociedad está compuesta por ambos sexos, y un cambio en ella afectará a ambos, por ello deben ser los dos géneros participes de su igualdad sin olvidar la vanguardia que supone la mujer en su liberación.
Además, debes entender que no todas las mujeres se definen feministas o sienten reparos para decirlo. Incluso existen las que se declaran antifeministas como Women Against Feminism(aunque su argumentario es muy triste). ¿Pero por qué? Las causas son diversas, ya sean culturales, sociales o políticas. A nivel antropológico se puede decir que romper un orden cultural-social supone que este orden intente sancionar a quienes desean cambiarlo (de ello que luego veamos el tópico de que ser feminista es ser puta o ligera de cascos, quedando señalada dentro de su entorno). Pero para evitar no hacer muy largo esto (pues da para escribir horas) vamos a centrarnos más en el presente, donde vemos el resultado de toda una serie de campañas contra la lucha de los derechos de la mujer que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX, las cuales dispusieron de grandes presupuestos económicos, arrojando ideas como que el feminismo es la destrucción del hombre, en contra de la moral o del orden de Dios…etc. Esos clichés calaron bien dentro de una sociedad cambiante, generando una visión negativa del feminismo que ha perdurado hasta nuestros días, aunque estas situaciones existían desde mucho antes, como en 1900 con la publicación del libro La inferioridad mental de la mujer de Moebius. Todo esto ha creado una gran bola rodante de ideas, tópicos y clichés contra aquel o aquella que hable de la igualdad de la mujer.
Pero… ¿acaso tratar la igualdad de sexos no es un ideal democrático? Entonces, si alguien se considera democrático/a ¿es feminista? Por lógica, sí. A partir de ahora cuando hables con alguien del tema pregúntale ¿te consideras democrático/a? Si te responde sí, y luego te dice que no es feminista, entonces estás ante un claro ejemplo de persona que no sabe dos cosas: no sabe que es la democracia, y no sabe que es el feminismo, por ende, estás ante alguien que ignora la historia (y quien la ignora puede caer en la ignorancia, pero a su vez desprecia las décadas de lucha e incluso muertes por avanzar). También puedes aplicarle esto a otro tipo de personas que te dicen ser feministas, y que desconocen lo que simboliza esta lucha.
Por esto, el feminismo no es una ideología que me aparte de ti, sino un valor, el cual debe estar presente en nuestra educación para subsanar la deuda que la historia tiene con él, y así acercarnos a hombres y mujeres a dicho valor: la igualdad, o mejor dicho, la no diferencia social.
Reivindicar Yo no friego los cacharros, que los friegue él, no supone un acto feminista si al día siguiente no los friegas tú para demostrar que ambos tenéis que colaborar. Es un ejemplo simplista, pero demarca claramente lo que es el feminismo, la igualdad y no la superposición femenina a la masculina. Para ser feminista hay que comenzar por ti y no por los demás, cambiando tus actitudes y después intentar que el resto lo comprenda. A su vez, subamos el ejemplo en complejidad: en esta empresa de 100 empleados, solo hay 30 mujeres tras pasar las pruebas designadas individualmente ¿son machistas? Sería machista en caso de contratar a esas 30 mujeres solo por apariencia social o solo porque alguna ley se lo exigía. La igualdad no significa mediocridad, y por ende la igualdad supone que quienes posean algo es por su propio merito (al igual podría existir una empresa con 70 mujeres y 30 hombres), es decir, que quien ocupe un trabajo, una responsabilidad, sea quien demuestre estar capacitado para ello y no por su sexo. Este sería un objetivo del feminismo: la igualdad no supone poner una balanza y que ambas partes pesen lo mismo, si no que ambas partes dispongan de las mismas opciones y oportunidades para estar en la balanza.
Y bueno, hoy hasta aquí. Este es el primer artículo del 2015, que suscita un debate histórico realmente, sino no lo habría publicado.
Este artículo que se lo dedico a mí querida hermana, que espero que me pregunte que es el patriarcado, y le recomiendo tanto a ella como a todos/as dos libros: Feminismo para principiantes de Nuria Varela y El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir.
Carlos Albalate Sánchez