Revista Infancia

A mi mamá…

Por Pingüicas

A mi mamá…

En días como éstos en los que desearía que ya estuvieran todos mis hijos dormidos; que estoy a punto de saltarme la lavada de dientes, con tal de ya meterlos a la cama; que ponerles la pijama requiere un esfuerzo sobrehumano de mi parte; que no, ya no puedo hacerte cosquillas y en verdad, lo último que quiero en este momento es corretearte para ponerte el calcetín… en días como éstos es cuando me pregunto: ¿Cómo le hacías, mamá?

¿Cómo le hacías para siempre tener una sonrisa al final del día, cuando en este momento lo único que quiero es meterme a la cama y apagar la luz?

¿Cómo le hacías para leernos un pedacito de “La historia interminable” cada noche hasta acabar el libro, cuando en este momento “me lees un cuento” me parece la petición más descabellada que me podrían pedir?

¿Cómo le hacías para cantarme canciones para dormir, cuando en este momento tengo que contenerme para no entrar a su cuarto y gritar un: “¡Silencio, ya!”?

¿Cómo le hacías para complacer a todos durante la cena, cuando mi elección esta noche estuvo basada en qué era lo más sencillo de preparar?

¿Te sentiste alguna vez así como yo me siento ahora, mamá? ¿Alguna vez peleaste con culpa contra un sentimiento de ya no puedo más?

¿Alguna vez tú también nos diste el beso de buenas noches, aguantándote las lágrimas de cansancio?

¿Algunas vez pasaste por esto, mamá? Porque yo nunca lo noté. Y ruego a Dios que mis hijos tampoco lo noten porque sí, son ellos la razón por la cual quiero que este día llegue a su fin. Pero también son ellos la razón por la cual mañana me levantaré para afrontar un nuevo día y seguramente ―es más, puedo apostar― que lo primero que haré al ver sus caritas modorras será sonreírles con la sonrisa más auténtica que sólo puede venir de un corazón inmensamente agradecido por tener la bendición de tener a estas tres personitas en mi vida.

Y es que no me puedo imaginar mi vida sin ellos, y ¿sabes por qué? Porque no quiero. Porque amo tenerlos en mi vida, sí, dándome lata y a veces, hasta haciéndome desear que el día llegue a su fin.

Me he desahogado. Gracias por escuchar.


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