Desde que te conocí -te confieso- he estado loco por ti. Navegando mi barco desde aguas prohibidas, sabiendo que tu corazón aún no está listo para amarme y sabiendo que tus prioridades aún les falta mucho camino por descubrir. Zarpando sin destino y con muelle destruido, sin retorno posible es que me enfrento al desastre que me espera en el mar, son tuyos mis ojos y estas manos que trabajan por ti, son tuyas mis canciones que compongo en la mar, y en la acción más cruel de este mundo despiadado, son tuyos mis sentimientos que sé nunca podrás corresponder. Agonía del que se sabe no querido por su amada, tristeza constante de quien entiende que haber escogido a un amor imposible tiene como destino la soledad.
Te confieso que intenté matarte, ¡Oh musa!, lo intenté con el tiempo que desgasta la roca, y lo intenté con palabras agresivas y pensamientos negativos, separándome de tu calor como el sol que eres, haciendo escasas tus palabras en mis oídos y tratando de olvidar tu figura y tus ojos. Fue la inevitable consecuencia mi locura, la prueba de que soy un mortal sin nada especial más allá de mi cariño por ti, de mi mente centinela y vigía de tus noches, no pude seguir con mi plan de acabarte, desaparecerte de mi vida y borrar así toda ansia o angustia. Si desapareces de mi vida ¿qué de bueno queda en mí? ¿Qué más allá de mi propia existencia podría considerarse especial, sin ti? ¿Cómo escribir buenas cosas sin mi musa susurrándome?
Así es como aquel grito desde el océano profundo llegó hasta ti, destruyendo mi orgullo y deteniendo la inercia de mis acciones vacías hacia ti, así fue como mi voz llegó a tus oídos diciéndote que te quería hoy más que nunca y por siempre, aún cuando no estuvieras a mi lado como yo quería o como yo pensaba que estabas, entendiendo que mi cariño no estaba condicionado a nada. Porque te quiero y te amo musa hermosa.