¡Qué intimidad poder colgar la ropa de quien queremos! Vilas lo colgaría todo, ya lo dice. Con el cariño con el que la pondríamos y quitaríamos, ahora la tendemos. Húmeda a la espera del sol. Dichoso sol que todo lo cura. Por eso los balcones, sus cuerdas y esas prendas, cuchichean, cotillean nuestras vidas mucho más que los vecinos. Justamente también en Oporto capturé instantes de coladas al aire del Atlántico. No pude ver el personaje tras los cristales; pero sí estudiar el resultado, descifrar sus manos, adivinar su tarde, intuir su alma. Porque la ropa habla del mismo modo que la tensión de las cuerdas o la elección de las pinzas. Y hace que nos preguntemos, igual que "A mi ropa tendida", “¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?” La que quita las manchas, la que aclara el ajuar, la que espera ese sol para que todo lo limpie. No os perdáis las ventanas para adivinar esas manos.
