Revista Cultura y Ocio

a midsummer night's dream

Publicado el 23 junio 2014 por Dandy @migueldandy

a midsummer night's dream

El mágico y revoltoso Puck a punto de aparecer en escena de Somni d'una nit d'estiu (2013)
Carles Palacio i Berta©


Cuando ya no sube ni baja el telón como antaño y las tramoyas pierden cada vez más su peso específico, los guiños de un atemporal William Shakespeare volvían a poner en marcha la maquinaria clásica del Teatre Municipal de Girona durante la última edición del Temporada Alta. Con la vuelta de tuerca que la inglesa Propeller Theater Company daba a su comedia más universal, A Midsummer Night’s Dream (subtitulada en catalán por un gran especialista del dramaturgo como Salvador Oliva), este séquito de 14 actores versados en el pentámetro yámbico –todos hombres como mandaba la tradición isabelina– revisitaba una Atenas en la que cuatro de sus jóvenes ciudadanos (Hermia, Lisandro, Helena y Demetrio) eran inducidos con nocturnidad y alevosía a una indómita simbiosis con la floresta tierra de las hadas de Oberón y Titania. A partir de aquí, las dicotomías entre bosque y ciudad o sueño y realidad –lo sobrenatural, oculto, salvaje que cobija las pasiones prohibidas y desecha de sí a la razón, el orden y las leyes de los hombres– regirán los encuentros y desencuentros entre mortales y espíritus en tanto en cuanto se manifieste la dramatización del amor. Por eso el diseñador Michael Pavelka junto a Edward Hall, director y artífice de la prestigiosa compañía, recrean dichos ambientes en un solo espacio escenográfico, diáfano y fundido de azules, invitando al espectador a internarse en el imaginario de una habitación de juegos que a su vez es un desván polvoriento o el decorado simbólico de un claro en el bosque, lugares que además sirven para la representación metateatral de Píramo y Tisbe, llevada a cabo por un grupo de personajes itinerantes (“artesanos”) y dentro de un juego de espejos que remite de nuevo al deseo y a la lucha contra lo establecido. No es que se trate literalmente de un “teatro abierto” a la manera renacentista inglesa o, a decir verdad, una casa de muñecas victoriana de libre paso como demuestra su peculiar vestuario (bloomers, leotardos y hasta un tutú), pero cierto es que el público interpuesto desde esa imbatible “cuarta pared” disfrutará con los sortilegios que revisten de emoción y magia el espectáculo, gracias en muy buena medida a la interacción del resuelto actor Joseph Chance como el pícaro duende y maestro de ceremonias Robin Goodfellow / Puck, nexo fundamental en todo este pastiche visual. 
Este Somni d’una nit d’estiu que imaginaron de nuevo los Propeller el pasado 4 de diciembre para su estreno en Catalunya podría definirse aparte de por la vitalidad y fuerza interpretativa de sus integrantes con esa rigurosa dicción y entonación en cada situación, personaje y estado de ánimo o el   moderno y profundo respeto al texto como un espectáculo redondo, clave del éxito y credibilidad de la obra. Una manera de entender el teatro que contagia a los espectadores desde que entran a la sala y son recibidos por una comitiva expectante, sentada en el escenario o cantando durante el descanso, prolongando así una obra sin pausas como en ese tipo de sueños de los que nunca quieres despertar.

A Midsummer Night's Dream - Propeller Theatre Company (2013)

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