A mis vecinos de arriba
Estimados Odiados vecinos de arriba:
Desde que supe de su buena nueva con la llegada a este edificio en el que vivo desde hace ya más de una década, pensé que se alojarían en el piso de encima unas encantadoras y educadas personas con las que entablar una fructífera relación mejor que la que tuve con los inquilinos anteriores. Antes de ustedes vivió en ese mismo piso otra familia que en ocasiones logró molestarme amargarme con su incomprensible horrible tendencia al escándalo estruendo horroroso, más típico de una bomba nuclear que de la convivencia en vecindad.
No me lo imagino, estoy convencida de que es así ;-) Imagen: wiselwisel.com
Pensaba yo haberme librado para siempre de mi anterior realidad suplicio, cuando comprobé impacté sin frenos en la verdad más verdadera de frente de narices: no serían ustedes unos vecinos tranquilos civilizados, como yo deseaba imploraba, sino que tendría que escuchar soportar ruidos del tipo arrastre de muebles martillo hidráulico encima de mi cabeza en mi puto oído con frecuencia cada tres segundos, acompañados de altas voces gritos desgarradores de contenido dramático tal como “¡¡¡mamááááááááá, el agua está fríííííííaaaaaaaaaa!!!” a las 6 de la mañana.
Mi gran paciencia labrada tiempo décadas atrás me hizo pensar que tal vez si subía a hablar gritar con ustedes se resolvería el problema, pero tras dos toques de atención mil escobillazos contra mi techo para ver si se daban por aludidos opté por desahogarme vomitar sobre este blog en el que participo y tratar de calmarme.
Postdata 1: si me los encuentro un día de estos en la escalera y alguno de ustedes da un traspié, acudiré volaré rauda y veloz a socorrerlos machacarlos para comprobar que han sufrido (y mucho).