El penoso asunto de la tarta en la cara de Rupert Murdoch puede que le haya servido de respiro y de motivo de conmiseración sentimental en su penosa y senil comparecencia ante el Culture, Media and Sport Select Committee of the house of Commons. Ha acontecido un show cuando debería decir cosas importantes.
Ya lo dijo James Murdoch, el Jr. de Rupert Murdoch, como aquí mismo recogía, hace dos años, a propósito de una noticia del Telegraph: que el "negocio de las ideas" es "menos negocio que el entretenimiento":
Broadcasting and entertainment is the future for News Corporation, with newspapers playing a much smaller role, according to James Murdoch, the company's head of Europe and Asia.
Digo que a Murdoch le va en entretenimiento más que la información, o que le va convertir la información en entretenimiento o espectáculo, y lo digo pensando en los creyentes y profetas del infotainment. Híbrido que -como se ve- no es ni info(rmation) ni (enter)tainment, sino más bien escándalo.
Y que puede convertirse en una mala parodia al estilo clásico, es decir, en una representación que "termina produciendo un efecto ridículo", cuando lo previsto -el pacto de lectura, el género comunicativo- implicaba tomar en serio el asunto representado, que supone la corrupción -ante pingües beneficios, no sólo económicos- para algunos presuntos profesionales de los medios de comunicación, la policía y la política.
Quizá por eso John Cassidy habla en The New Yorker de "irracionalidad racional": si Murdoch -agarrándose a su ancianidad- sólo es capaz de balbucir que no sabía nada, y por tanto no es responsable de nada en este News of the World, que -alega- es sólo el 1% de su "imperio", resulta que -en buena ley- quienes sí son responsables de News Co. deberían hacerle dimitir, precisamente por incompetente en sus cargos de chief executive and chairman.
Mejor que dimita de tan graves responsabilidades, dado que dice que le vienen grandes. Y que su hijo dedique el imperio al entertainment. Pero sabiendo que -al igual que con las noticias- tampoco en el entretenimiento todo vale con tal de lograr audiencia, poder y dinero. Y si no, al tiempo.