Revista América Latina

“A nuestros compañeros caídos en agosto en él sur de Chile”. VIVEN!

Publicado el 01 agosto 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Muertos en Falsos Enfrentamientos
Viven
http://http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/sobarzo/23ago84/cap13.html

Nos preguntamos: ¿Tendremos que esperar el fin de la tiranía para reconstruir las vidas y la lucha de los hombres y mujeres caídos combatiéndola? Pensamos que no.

Tenemos que rehacer sus vidas. Sus familias conocen una parte, nosotros sus camaradas, la otra.

Para las que fueron sus compañeras, para sus hijos y familiares, para nosotros, están presentes, viven. Se han adherido como recuerdo, experiencia y nos dan fuerza cuando ella nos falta.

“A nuestros compañeros caídos en agosto en él sur de Chile”. VIVEN!

“A nuestros compañeros caídos en agosto en él sur de Chile”

Agua tierra
aire
materia elemental , Atención
Que la Araucaria
no se agite
y la Cordillera
no sea visible
mágica
ni a derecha
ni a izquierda
ni los Andes
ni Nahuelbuta
Que se detengan
las faenas
que la piedra continúe
su secreto de carbón
Que el coipo
siga liberto
Que el avellano y
el alerce
el laurel y el mañío
no puedan ser cortados
que se vacíen
los ríos
Cautín ¡detente!
Neltume ¡despierta!
y el hijo de Lautaro
salga al camino
Corral, Valdivia
¡atención!
Paralícese el trabajo
en las calles
los caminos
y las minas
todos alerta
¿Qué sucede?
Que todo quede inmóvil
Que se haga silencio
Valentía de muchos pocos
Valentía de noche
Valentía de cargador lleno
Valentía amparada en las urgencias de estos tiempos
Han rastreado huellas
en las tierras húmedas
como manto de sangre
de norte a sur
nos arrancan copihues
Nelson Herrera…
Octavio Lagos…
Luciano Aedo…
Mario Mujica…
Marcos Vega…
Rogelio Tapia…
Raúl Barrientos…
Juan Boncompte …
Hasta Santiago
llega la orgía haciendo
caudal

Fragmento del poema: “A nuestros compañeros caídos…” Ignacio Vidarrauzaga

“…Conocí poco al flaco, fue por esos avatares de nuestra lucha. No recuerdo cómo ni cuándo fue, pero sí recuerdo como era él: un joven alegre, espontáneo, siempre la “talla” oportuna a flor de labios, sin llegar a la charlatanería, jamás grosero.

A pesar de que nunca hablamos detenidamente de política, yo podía ver en él una gran comprensión e inmenso amor a su pueblo. El venía de barrios populares, de origen humilde, muy humilde, por eso se hacía carne de los sufrimientos de los suyos. Más que eso, él era pueblo puro, y era a él a quien el régimen fascista hería directamente con su política de opresión.

Me imagino como se habrá puesto de contento el día que le encomendaron la próxima tarea. Fue su último trabajo. Murió en el intento.

Al otro día vi su fotografía en el periódico; estaba reclinado, casi sentado, apoyado en una pared del antejardín. Su rostro muy sereno, sus ojos cerrados como si estuviera durmiendo. En una entrevista que se le hacía a una vecina del sector esta decía “…lo vi acercarse caminando en vaivén. Luego se sentó ahí y se quedó quieto, como durmiendo…” Sí, cuando vi esa fotografía, aunque Ud. no lo crea, lloré… Sólo, entonces, supe que se llamaba Roberto González Lizama…”
De un Preso Político en la Penitenciería.

Nelson Herrera

“Conocí a Nelson Herrera cuando yo llevaba apenas unas pocas semanas en Chile. Irradiaba simpatía, alegría, seguridad. Ya me habían hablado de él. Lonco, le decíamos entre nosotros y me habían comentado de su humor, de su calidad humana, de su claridad y capacidad política. Conocerlo fue mucho más que eso, en pocos minutos me reencontré con Chile, con mis compañeros, con mi Partido. Luego de hacerme una bienvenida más o menos formal y mientras esperábamos comenzar la reunión. Lonco se puso a contar chistes y a revolverlas creando un clima ameno, simpático, de confianza. Yo, un poco sorprendida y contenta, pensaba en que no tenía nada que ver con la imagen que uno se inventa de los jefes, así serios, preocupados sólo de las cuestiones más grandes. Me preguntaba sobre mi viaje, los detalles más pequeños, las anécdotas, las cosas jocosas. Al poco rato sentía como que nos hubiésemos conocido desde siempre, al igual que al resto de los compañeros que venía de conocer. Con el tiempo comprendí que ese humor y esa simpatía eran parte de él, era así y también fui descubriendo su gran capacidad política, su inteligencia, su simpleza, su calidad como revolucionario, su gran riqueza humana. Me gustaba sobretodo que tuviera ese carácter tan alegre, eso provocaba una cercanía inmediata que abría las condiciones para conocerse más allá del quehacer partidario. Conversábamos de nuestros hijos, se volvía loco cuando hablaba de las “gracias” de su Javiera.

Hablábamos del amor, de nuestras relaciones de pareja, de los conflictos que se creaban; hablábamos de la mujer y sus problemas. Cuando llegábamos a ese punto me decía asombrado: “Dices las mismas cosas que mi compañera”, extrañándose al comprobar que podíamos sentir lo mismo, inquietamos y preocuparnos por lo mismo sin conocernos siquiera.

También nos contábamos pedazos de nuestras vidas, me habló de otro amor importante que había tenido en su vida, una compañera de la cual tuvo que separarse brusca y obligadamente; me habló de su familia, de su padre, de su madre, de sus hermanos, historias de niño, de joven, de adulto. Javiera, hija de Nelson Herrera

Todos esos momentos los teníamos en medio de las largas reuniones, en las pausas que se alargaban inevitablemente. Nuestras reuniones eran más que reuniones, era el encuentro con la familia, con nuestros seres queridos, y luego de eso, a retomar las discusiones políticas, la tareas, la formación política y militar. Tenía una brillantez enorme para deducir la línea política que debíamos impulsar según el momento y las condiciones políticas existentes. No era un “intelectual” como se concibe en estos momentos, era un revolucionario, forjado directamente en la lucha de clases, educándose llevado principalmente por las exigencias de sus responsabilidades y las necesidades del Partido.

Para mi Nelson representa la imagen de como debe ser un dirigente revolucionario, no aquella imagen abstracta que tenía cuando ingresé al MIR, sino la imagen actual, concreta, madurada a través de tantos años de andar de un lado a otro. Por eso su muerte me dolió tanto, porque sé lo difícil que es encontrar compañeros con esa capacidad, formar dirigentes de ese nivel, encontrar hombres tan completos. Aprendí mucho de él, de su método, de su reflexión, de su alegría, de su modestia. Hay tantos lugares que me lo recuerdan; cuando salga libre iré a visitar algunos de ellos, restaurantes, cafés, calles; quiero sobretodo ir al lugar donde estuvimos por última vez, un día antes que lo asesinaran.

En la fiscalía me enteré de su muerte: luego que declaré, el fiscal Marisio me pasó un recorte para que dijera si lo conocía. Presentía algo así, venía de la CNI y conocía sus métodos, pero el golpe fue igualmente duro. No aparecía sólo Nelson, estaba también la foto de Mario Mujica, de Luciano Aedo, de Mario Lagos.

Mario Mujica y Cristina Chacaltana

Mario Mujica era el compañero de Cristina Chacaltana y ella estaba también en la fiscalía, pero no sabía aún de la muerte de su compañero. Se notaba en su cara, tenía preocupación, dolor, porque venía saliendo del horror de la CNI, pero aún no tenía reflejado el dolor que provocaba la muerte. Yo no me atreví a decirle algo, apenas podíamos mirarnos y además ¿Cómo darle la noticia sin tener siquiera la posibilidad de hablarle, consolarla, entregarle siquiera mi apoyo y mi afecto? Recién cuando salimos de la incomunicación se enteró de la muerte de Mario; se lo dijeron en la fiscalía. Fue desgarrador, ahora entendía de mi incapacidad de decírselo antes: era su compañero por tantos años, su compañero de todos los momentos. Se adoraban, las pocas veces que los vi juntos siempre estaban de la mano. La “vieja” sin su “viejo” era algo tan difícil de creer y de aceptar por mí… ¿cómo sería entonces para ella?

German, hijo de Mario Mujica y Cristina Chacaltana

Recordaba las veces que Mario hablaba de su hijo en el exilio, era un tema doloroso, te dolía tanto esa separación. No era muy conversador, tenía un aire melancólico. Sabía que provenía de una familia humilde, en algunos relatos de su vida se notaba y repetía que era “San Miguelino” con mucho orgullo. Era muy trabajador y constante y era el que ponía los detalles prácticos para la realización de las tareas. El plano miliciano era su terreno, pero hacía esfuerzos por ser un cuadro integral desarrollando todas sus capacidades. Lo conocí poco y más supe de él por el resto de los compañeros. Me gustaba su sencillez, su tranquilidad, su objetividad. Ahora, aquí, por Cristina lo fui conociendo, he ¡do rescatando toda su riqueza, sus sueños, el deseo de estar pronto con Germancito. Su madurez para desarrollar el amor de la pareja, su búsqueda para que no se terminara nunca ese amor de tantos años. He sabido de su preocupación sin límites para cumplir con toda tarea partidaria; he sabido de su fortaleza y de sus penas. Cada vez que recibimos fotos de Germán busco en sus rasgos al “viejo” y los encuentro: se parecen harto. Ojalá algún día pueda conocerlo para contarle lo que yo conocí de su padre, los momentos que nos tocó compartir; contarle del ejemplo que nos dejó, todo lo que sembró en su vida de militante; hablarle de las anécdotas que recuerdo, de como lo vi en ese tiempo tan duro que debió vivir lejos de él.

las hijas de Luciano Aedo

Pronto se van a cumplir tres años del asesinato de nuestros compañeros. El día 23 de agosto de 1984 quedará grabado para el resto de nuestras vidas.

Siempre decimos que las mujeres y hombres caídos en estos largos años de dictadura no serán jamás olvidados y esto que parece ser una consigna resulta ser una absoluta verdad. Más allá de los homenajes escritos u orales que podemos rendirles cada cierto tiempo, está el homenaje cotidiano, el de cada día, el recuerdo no sólo del revolucionario, sino también del hombre, aquel ser concreto con sus grandezas y debilidades. A ellos recurrimos cuando necesitamos más fuerzas, más claridad y también los recordamos cuando la lucha tiene avances, cuando tenemos éxitos y alegrías. Nosotras aquí, en estos casi tres años, hemos hablado tantas veces de ellos, de todos y de cada uno, de los que conocimos directamente y de los que hemos conocido a través de otros.

Con los compañeros asesinados el 23 de agosto compartimos parte de nuestras vidas, de nuestros problemas cotidianos, de nuestras tareas revolucionarias; compartimos el riesgo de nuestras vidas y esos son lazos irrompibles, más allá de la muerte. Por eso, para nosotros es tan fácil entender porque aún siguen tan cerca nuestro, porque seguimos queriéndolos, porque siguen siendo.

Mario Lagos con su hijo Pablo y su hermano Antonio Juan José Boncomte

Han quedado con nosotros, han dejado recuerdos, enseñanzas, amor, alegría de vivir, confianza en ese futuro que más temprano que tarde tendrá que llegar.

Esa convicción nos la han transmitido con su ejemplo, su vida, su muerte. Hemos hablado tanto de ellos que cuando se trata de resumir, de escribir sobre ellos, su vida, no es fácil, cualquier cosa podría parecer poco, repetido, sin la fuerza con la cual los recordamos”.

Soledad Aranguiz
Junio de 1987.
Cárcel de Coronel.


Rogelio Tapia

Las compañeras secaron
sus ojos
apretaron los puños
tragaron saliva
y con hijos
rabia
cárcel
o libertad
Las compañeras
— compañeras siguieron la vida
la lucha
la vida — lucha
la lucha — vida.

Ignacio Vidarrauzaga

“…La noticia de su muerte me impresionó mucho. Eramos amigos desde niños, vivíamos en el mismo barrio… Siempre creí que Julio era inmortal… por su calma, su seguridad, su responsabilidad, su orden…”
Un amigo de Julio Oliva, Mayo de 1987.

“…En esta carta, que nace inspirada en un sentimiento de dolor que estimamos compartir con Uds., deseamos manifestar que en Rogelio recordaremos siempre una persona íntegra y un profesional que asumió su responsabilidad con vocación, esfuerzo y seriedad. Su sencillez y su gran riqueza interior han sembrado entre sus colegas un ejemplo de honradez y consecuencia…”

Carta dirigida por el Consejo Regional de Colegio de Ingenieros Forestales a los padres de Rogelio Tapia. Agosto de 1984.

“…Los que conocimos a tu compañero recordaremos en él al colega y amigo de gran sensibilidad y fortaleza que sembró para siempre un ejemplo entre nosotros…”

Carta dirigida a Elisa, compañera de Rogelio Tapia, por los Ingenieros Forestales de la Sede Regional de Los Lagos. Agosto de 1984.

Nelson, la historia que hoy se teje en nuestro país no cuenta con tu presencia. No llegas a la cita clandestina que revisó los últimos detalles de la protesta campesina, ni a la reunión con tus compañeros y amigos, aquella donde revisaron la acción que demostrara una vez más el poder de la moral combatiente.

Ya no estamos en la que fue nuestra última casa, con su hermoso entorno de pinos que recorta el cielo de Concepción. La casa, casita de madera en que te esperé quemando papeles y esperanzas, hasta el último minuto del día 23, el minuto en que llegaron armados de brutalidad reaccionaria, creyéndose capaces de destruirlo todo. ¿En qué pensaste en esa fracción de tiempo? ¿Qué pensaste maniatado frente a los asesinos? ¿Qué piensas en ese segundo que una bala atraviesa tus ideas, que estalla y perfora tu amplia frente que amé tanto?

Pasa el tiempo, la niña se te parece mucho. Pasa el tiempo y yo aprendo más de ti. Te asumen quienes te conocieron al calor de la lucha, de la práctica, de la iniciativa tan propia de ti. De la iniciativa revolucionaria, transformadora, que con tan pocos medios y recursos produce tanto, que a pesar de golpes, a pesar de “vacilantes”, a pesar de “realistas”, sigue, prosigue, es una bandera anclada en las masas de los oprimidos, de nuestro pueblo que vive y conoce reveses y embates de la lucha democrática revolucionaria y no por ello claudica, no se acomoda en un falso realismo, no está dispuesto a negociar. ¿Cómo hacerlo con tanta sangre por medio?

Los años de tu vida que pude compartir, los que alcanzó a disfrutar Javiera, los años que amasaste ideas, práctica, aquellos años de esfuerzo, de tantas conversaciones, también siete años con tantos meses, tantas horas, que me hicieron conocerte, amarte, aprender. Esos años de vida intensa, de presente acechado por los riesgos que se asumen, son mi tesoro, la fuente más rica donde encuentro las lecciones de tu sabiduría revolucionaria, de tu capacidad de disfrutar intensamente cada pequeña cosa agradable, para empapar de alegría tus tareas cotidianas.

Eras una explosión de vida a los treinta. No puedo escribir de tu vida en forma ordenada. ¿Cómo?, si se me agolpan tantas imágenes: compañero, papá, dirigente. En la calle, en la casa clandestina, en nuestra intimidad. Te hacías el perrito con la Javiera, te enojabas cuando no comía, le decías “mi lunita”. Te quedabas hasta tarde frente a la máquina de escribir y refregabas mil veces el bigote cuando las ¡deas no fluían. Criticabas con pasión a la hora de responsabilidades y tareas no asumidas, terminabas educando, a partir de los errores. Llegabas contento cuando las cosas marchaban bien, cantabas las canciones “de moda”,… me acariciabas el pelo. Eras expresivo y buen conversador, sabías entretener con sus historias y anécdotas, reflexionabas a fondo, pero nunca dejaste de ser un poco impulsivo, esta mezcla fue tu sello, ideas correctas y pasión a la hora de implementarlas. Cada gesto y ademán, cada apreciación tuya avalada por tu práctica y experiencia denotaba la inteligencia que había en tí, tu amor por la vida, tu forma de ser tan auténtica, tu valentía para enfrentar los riesgos desde los primeros momentos después del golpe hasta el final de tu vida. Todos esos años no dejaste nunca de pensar, de hacer, de actuar. No iba contigo estar abrumado, siempre la talla a flor de labios, aunque a veces serio y preocupado, nunca abrumado, nunca renegando. En los momentos más difíciles, quizás aquellos días previos a tu muerte cuando las pistas de seguimiento a otros compañeros se hacían más evidentes y a la vez confusas, ahí estabas, buscando soluciones, atando cabos, tomando medidas. Podrías haber priorizado por tu seguridad, la mía y la de la niña… pero estaban tantos compañeros, tanto trabajo, había que avisar, conducir el resguardo de tantos hombres, mujeres, niños, y las pistas no eran tan claras. Te quedaste hasta el final, un revolucionario tan íntegro como tú no podía hacer otra cosa.

Nuestras vidas, la marcha de los acontecimientos de este país convulsionado, reclama tu presencia, pero queda, quedó tanto de tu paso arrollador de iniciativas y entrega revolucionaria, está tu huella en tantos compañeros que te conocieron, quisieron y respetaron, estamos yo y Javiera sembradas de ti, están por sobre todo aquellos proyectos que se hicieron carne y que mostraron a punta de voluntad y desvelos la vigencia de la lucha revolucionaria.

Patricia Zalaquet
Compañera de Nelson Herrera


PALABRAS A MI COMPAÑERO

Aquí
con la cabeza puesta en tu nombre,
tus muecas dulces,
preocupadas,
tu infinito refregar de bigotes,
tus ojos:
Por donde transitaron tantos
proyectos de libertad.
Aquí,
en este rinconcito de la prisión
repaso tu hermoso tránsito por la vida,
cuando conocí y me hice parte
de tu entrega,

tu aporte,
tu legado al Partido.

Al Partido vital,
entrometido,
audaz,
perseverante. Como tú.

Desde aquí,
a cuatro meses de tu muerte
anuncio que seré dos.
Dos para suplir tu ausencia,
dos para cubrir tu partida,
…en lo inconcluso
…en lo trazado del camino que aún nos falta
para conquistar la libertad.

Patricia Zalaquet
Diciembre de 1984
Cárcel de Coronel

“…Por tantos años te amaba sin querer verte, sólo tu alma; clandestino entre los hombres sin alma que gobiernan este triste país, donde se mata a los que aman la verdad, y cuan clara es aún la luz en plena oscuridad: la nobleza de tu espíritu, tu recto proceder, la lealtad absoluta a tus principios..”

Elisa, compañera de Rogelio Tapia. Mayo de 1987

“…Como su compañera durante diez años puedo decir que hoy, al encontrarme encarcelada desde el mismo día de su muerte, he podido reflexionar y meditar sobre todo lo que Mario me aportó en forma personal como también a otros compañeros, su entrega y fortaleza en el trabajo, la humildad y el amor a la vida y a nuestro pueblo.

Fue siempre un compañero de buen carácter, de un humor especial, cariñoso, con una ternura inmensa que dejaba traslucir en forma natural desde los detalles de la vida cotidiana hasta en la toma de las grandes decisiones. Su imagen, su recuerdo, los miles de detalles de la vida compartida son para mi una fuente de fortaleza…”

“…Mario hablaba constantemente y con orgullo de su hijo –era su “Mamita más recóndita”– ; soñaba con verlo en Chile jugando con otros niños, conociendo su país, su familia. Siempre observaba los niños jugando en las calles y pensaba en su hijo. ¿Cómo estará? ¿Se acordará de nosotros? ¿Cuánto habrá crecido? Y se imaginaba a Germancito en cualquiera de ellos que pudiera tener su edad. Pronto su tristeza se transformaba en alegría por esa facilidad extraordinaria que tenía para comunicarse con los niños: se integraba a jugar con ellos… como si hubiese estado un ratito con su hijo..”

“..Recuerdo a Mario radiante con el nacimiento de nuestro hijo; más aún, porque íntimamente siempre deseó un varón. Germán vino a llenar de más amor nuestra pareja a la par que nos proporcionaba más fuerza para nuestra decisión de lucha, para que él y todos los niños tuvieran derecho a una vida digna..”

Cristina Chacaltana
Cárcel de Coronel

“…Mamá, sí al papá no lo hubieran matado por la espalda, yo sé que se hubiera defendido ¿por qué son tan cobardes?

“…¿Por qué será que siempre que miro a la Tiny me acuerdo de mi papá? dice Javiera mientras camina a casa abrazando con ternura a la muñeca que su papá le regaló.

Javiera, Marzo de 1987
Hija de Nelson Herrera

Julio Oliva junto a su familia

“…Tus hijos no lloran; se desarrollan junto a la naturaleza que nos mostraste; se alimentan de frutas, verduras, semillas de árboles y piensan y estudian, disfrutan del amor de tu pueblo sabio, humilde, bondadoso, alegres de caminar juntos…”

Elisa, compañera de Rogelio Tapia.

“Todo este amor y cariño que nos tenemos nos dará otro hijo por el que no descansaré y daré todos mis sacrificios para que ese ser que viene tenga todo lo necesario para poder vivir… Pero, ¿se puede llamar Vida a algo que es sólo sufrir…? No sé como escribir, no sé que decir, no sé como empezar, pero continuaremos..”

Julio Oliva en carta a su compañera.

“…Al comienzo no podía comprender que Julio se hubiera muerto y nos abandonara… a mí… a los niños. Quizás hasta tuve rabia, pero poco a poco lo he ido entendiendo, descubriéndolo a través de sus amigos y compañeros, su consecuencia. Hoy entiendo que estaba en esto por nosotros… por todos los niños…”

Eduvina. compañera de Julio Oliva. Mayo de 1987.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 18mar02


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