Como ya explicaba en la entrada anterior, podemos utilizar ciertas piedras de afilar para retocar las plumas estilográficas, suavizarlas, quitarles pequeñas rebabas en el tajo que rasquen al escibir, o, de forma más agresiva, darle una nueva configuración al plumín, haciéndolo más fino o tallándolo para conseguir una punta plana o biselada, tipo stub o itálica. Hablaba de las piedras de Arkansas, que son las únicas que en ese momento conocía y mostraba un ejemplo de cómo utilizarlas. Buscando información acerca de esas piedras y del proceso, tuve la suerte de encontrar la página de un industrial del mármol, en Petrer, Alicante, que comercializa unas maravillosas piedras de afilar, extraídas en Galicia, con el afortunado nombre de "A pedra das meigas". Accedí a su página, donde se explica la tradición familiar, la evolución de los sistemas de extracción en una cantera, la utilización de estas piedras para afilado, especialmente de herramientas de corte y otras interesantes cosas, como el invento de una chaira de piedra con alma de acero para afilar cuchillos de forma fácil y precisa.
Puesto en contacto con Eduardo Beltrá en la página citada, para explicarle mi interés en probar sus piedras con las plumas estilográficas, no sólo recibí una respuesta amabilísima por su parte, a pesar de lo inusual del uso que de las piedras proponía, sino que a vuelta de correo recibí el lote de seis diferentes piedras que aquí se muestran. Cada una de ellas está tintada de un color para diferenciar su grano, aunque a simple vista pueden distinguirse. Su grano es de 700, 1200, 2000, 3000, 4000 y 6000 grit, en el orden en que se muestran. Muchas gracias por la atención y por las piedras, Eduardo.
Como ocurre con las piedras de Arkansas, para suavizar, y refinar un plumín, basta con las tres más finas. Si lo que queremos hacer es más atrevido, debiendo comer metal para cambiar la forma del tajo, me alegro de disponer de las seis, aunque las más abrasivas hay que utilizarlas con mucha precaución y mimo. Como primera prueba, afilé una navajita de Albacete y, para probarla, me hice un cálamo con una caña. Cortaba de forma asombrosa, mejor que nunca había cortado. De todas formas, estas piedras, maravillosas para afiliar cuchillos, navajas y cuchillas de afeitar hasta un límite que asombraría a quien no las haya probado, y que en la página de "a pedra das meigas", podemos ver en vídeos, fotos con microscopio y ejemplos, deben enfrentarse a un metal tan duro como las herramientas de corte, aunque más pequeño y delicado. No olvidemos que sea cual sea el metal del plumín, acero, oro, platino o cualquier otro, la punta soldada es de una aleación más dura. Siempre se dice que son de iridio, aunque no es así. ya que este metal es escasísimo y caro. Se ha llamado al iridio "metal de las estrellas", ya que todo el iridio que hay en la superficie de la tierra proviene de meteoritos. Se extraen unas tres toneladas al año y su uso en las plumas se ha visto muy reducido, como es natural. La famosa Parker 51, en el mercado desde 1941, llevaba en la aleación de su punta un 3'8% de iridio, además de rutenio. Hay que pensar que la proporción ha ido disminuyendo, incluso desapareciendo el iridio en las plumas menos costosas para dejar paso a aleaciones en las que se incorpora osmio, tungsteno, wolframio, rutenio, paladio y, en general, metales durísimos y resistentes a la corrosión y al desgaste por fricción.
Por tanto, la punta de nuestra pluma estilográfica está hecha de una aleación durísima, aunque el plumín sea de oro, platino, acero o cualquier otro metal. Por eso son necesarias piedras como éstas, que unen a su capacidad abrasiva, la suficiente finura para tratar con enérgica suavidad algo tan pequeño, valioso y delicado como nuestras plumas. Para probar las piedras se ha utilizado una pluma Inoxcrom que se muestra encima de las tres piedras más finas del lote, aunque se han utilizado las seis. Visto el trazo de la pluma, se pretendía hacerla más fina, quitando metal en todas sus caras, aunque dejando una punta suave y deslizante. Si se quita metal suficiente, adelgazando ligeramente la chapa de metal que conforma el plumín, siempre ganará de paso algo de flexibilidad, un ligero aumento de la capacidad de abrirse por presión, haciendo trazos de diferente grosor, a la manera de las plumillas tradicionales. Para que la pluma sea flexible, debe tener la longitud y configuración adecuada desde fábrica. Nosotros podemos hacer sólo ligeras modificaciones en este sentido. Pero sí en cuanto a la reducción del ancho del trazo. Eso es lo que pretendemos con esta pluma.
Las piedras se sumergieron en agua antes de empezar, aunque conviene ir humedeciéndolas si se secan, cosa que ocurre especialmente si, como ahora, estamos a unos 40º. Se van mostrando los pasos seguidos, siendo el más importante en este caso, los primeros toques con las tres piedras más abrasivas, para quitar metal por los laterales del plumín, afilando su forma. Luego vendrá el suavizado y redondeado final. La pluma permanece cargada de tinta durante todo el proceso. Las piedras deben estar mojadas para su uso y así podemos ir combrobando a cada momento las modificaciones realizadas. Lógicamente, el barrillo que desprende el lijado obstruye ligeramente la pluma, por lo que no podemos pretender que escriba bien, que fluya la tinta adecuadamente o que no rasque.Todo se andará. Paciencia. Todo este proceso duró más o menos una hora. Terminamos puliendo con suavidad el plumín en todas sus caras, en redondo. Después escribimos, también encima de la piedra más fina, la de 6000 grit.
Limpiamos por fin la pluma con un paño suave, quitamos ligeras obstrucciones con el plástico que se ve en la foto y, si no es suficiente, desarmamos la pluma y la limpiamos a conciencia. Es lo mejor. Limpiamos, secamos, montamos, entintamos y... probamos: Con estas "pedras da meigas" se ha conseguido afinar la pluma como se pretendía. Los dibujos muestran la diversidad de trazos que se consiguen ahora con lo que antes era una pluma con un trazo uniforme y vulgar. Ya no tenemos que ir a Arkansas a comprar unas piedras maravillosas para hacer estas cosas con nuestras plumas, o para afilar el jamonero. En Petrer, en la página indicada, podéis contactar con Eduardo, que seguro que os atiende tan amablemente como a mi, pues envía sus piedras a cualquier lugar.