Revista Opinión

A pequeños males grandes embrollos

Publicado el 18 junio 2020 por Msnoferini

Ajuntament

El destino puede ser caprichoso pero más caprichoso es el ser humano con sus ocurrencias y contradicciones, y de esto va esta historia. Los hechos que voy a proceder a narrarles, por sorprendentes que puedan parecer, son totalmente verídicos y tuvieron lugar en una hermosa población de la zona interior del país, Garbuix de Fal·lacià.

Todo comenzó en el pleno del Ayuntamiento que como cada segundo martes de mes reunió a todos sus regidores en al salón noble. El orden del día contemplaba diversos puntos los cuales se fueron tratando de menor a mayor importancia o de su mayor facilidad en encontrar consensos a aquellos otros que podían ser más complicados. Se habló y aprobaron planes de saneamiento, obras menores, el calendario de ciertos actos y se expusieron ciertas necesidades de los vecinos del municipio. No hubieron mayores problemas y los nueve regidores, incluida la señora alcaldesa, que conformaban el consistorio en representación de cuatro partidos políticos diferentes pudieron cerrar acuerdos, tras las votaciones pertinentes y sin mayores dificultades. Aparentemente el pleno parecía fluir en harmonía, pero llegó el momento de poner a consideración de los presentes y debate el espinoso tema del cambio de la nomenclatura de ciertas calles. Ya se había tratado un par de años antes el tema, pero por aquel entonces se llegó a un acuerdo, dado que lo que se discutía era el cambio de nombre de tres calles, que tras casi cuarenta años seguían conservando el nombre de siniestros personajes que formaban parte de la etapa más negra del país, la cruel dictadura que tantos muertos y daño habían causado.

En esta ocasión el tema se presumía que traería cola ya que dos regidores habían propuesto el cambio de nombre de una docena de calles y del parque de la población, la mayor parte de los mismos porque entendían que había ciertos personajes que no se merecían dar nombre a las calles y parques de tan distinguida villa, y en otros casos por considerar ofensivos ciertos nombres, discriminatorios o simplemente inadecuados.

La lista de personajes ilustres, a los que se proponía retirar del nomenclador callejero de la población, estaba formado por cuatro militares pretéritos de alto rango, dos exploradores o aventureros, un hijo ilustre que siglo y medio antes había hecho fortuna en ultramar gracias, entre otros motivos, al uso de mano de obra esclava, dos escritores considerados misóginos y machistas, y un santo de muy dudosa santidad. Otros de los cambios propuestos era de una calle tenía el nombre de un menester considerado denigratorio para las mujeres como era el de “lavanderas” y por último un sentimiento, concretamente la “Soledad”, pues por lo visto había quienes opinaban que en una población tan envejecida como la suya no era procedente tener una calle con un nombre tan deprimente que pudiera recordar es estado de aislamiento y abandono. A todos ellos se le debía sumar el nombre del parque, ya que el mismo era conocido con el nombre de un antiguo Rey, algo que quienes presumían de republicanos no podían consentir.

La exposición de la demanda previa al debate fue a cargo de una regidora, de los dos que habían planteado la cuestión en el orden del día, que defendió la imperiosa necesidad del cambio bajo el argumento de lo inadecuado que en pleno siglo XXI aún se siguiera teniendo calles con esos nombres de personajes tan lúgubres y antidemocráticos, así como a ensalzarlos a ellos y a ciertas ideas impropias de una sociedad moderna.

Como era de prever la contra argumentación fue dejando de lado todo razonamiento para acabar derivando hacia los ataques personales más viscerales, que si rojos, antisistema, que no se podía consentir los caprichos de feminazis. La parte contraria al sentirse atacada no se mordió la lengua e hicieron uso de otros tantos términos ofensivos para referirse a sus rivales políticos. Seguramente se utilizaron todos los tópicos habidos y por haber, olvidándose por completo, los unos y los otros, del diálogo y de intentar refutar la propuesta con argumentos.

Cuando a alguien se le ocurrió preguntar a los dos regidores que habían presentado la moción cuáles eran los nombres que habían pensado, para sustituir a los que según ellos debían ser retirados, los ánimos aún se caldearon mucho más, pues como era de esperar algunos de los posibles nombres que se pusieron sobre la mesa no eran del agrado de los regidores que formaban el equipo de gobierno.

De los nombres propuestos la mayor parte se correspondían a filósofos, políticos, escritores, sindicalistas y hasta un revolucionario, dándose una total paridad entre hombres y mujeres, y habiéndose pensado como nuevo posible nombre para el parque de la población: Parque “8 de Marzo”.

Tras dos horas de agrio debate no habían conseguido avanzar en nada y menos consensuar alguna opción. Lo que dejaba entrever que, dado que el gobierno municipal estaba en manos de los dos partidos más conservadores, aunque fuera por una mayoría simple, sería difícil que pudiera prosperar la moción. Pero aquí fue donde entró en juego un nuevo elemento o miembro del equipo de gobierno, que hasta el momento se había mantenido callado. Tomando la palabra el regidor de políticas sociales, y que a la vez era pareja de la regidora que había presentado la propuesta con su compañero de partido, intentó apaciguar los ánimos y buscar un consenso que permitiera dar algún tipo de solución al tema, seguramente más preocupado de que el debate se pudiera trasladar a su casa que de la necesidad real de cambiar esos nombres en el nomenclador de su población.

La opción planteada fue renunciar unos y otros a mantener ciertos nombres o a cuales debían ser los nuevos a elegir entre las alternativas propuestas y el resto a ser estudiado en un posterior pleno con la apertura de una comisión de estudio entre los propios vecinos.

Aunque el cambio pareció quedar limitado a seis calles el acuerdo parecía complicado, pues al equipo de gobierno no quiso dar su brazo a torcer con ninguno de los nombres propuestos o las alternativas que se fueron proponiendo sucesivamente por el conjunto de la oposición, hasta se planteó, tras llevar una hora enzarzados en este nuevo y estéril debate, darles nombres de colores. Pero como era de esperar a unos y a otros no les gustaron ciertos colores.

-Cómo consentir que una calle pudiera llamarse Roja o del color rojo.

-Pues usar el color negro ni te digo.

-Pues Morado a mí tampoco me gusta.

-Blanca nunca, pues es el color de la rendición.

-Amarilla a mí no me gusta.

-Pues a mí naranja menos, ya que se podría identificar con un partido.

-Pues no olvidéis que todos los partidos somos identificados con un color.

-Vaya chorrada plantear el tema de los colores.

-Sería mejor hacer como toda la vida y utilizar el santoral.

-Tú estás loco. No ves que somos un país laico. Es más en cuanto podamos deberíamos quitar también el nombre de todo santo o virgen.

Cuando ya estaba a punto de concluir la cuarta hora del pleno fue cuando una de las regidoras del segundo grupo de la oposición planteó una solución sencilla buscando el consenso.

-¿Por qué no hacer como en ciertas ciudades de EE.UU donde muchas avenidas tienen el nombre de numerales?

-Pues no sería mala idea –dijo uno.

-Cómo copiar algo de los yanquis capitalistas –dijo la portavoz del otro grupo de la oposición.

Al final, a pesar de las reticencias de esta regidora, se consiguió aprobar en poco más de cuatro horas el cambio del nombre de seis calles, que a partir de aquel día pasarían a llamarse, si los vecinos no ponían objeción, de una manera tan original como: Calle 6, Calle 5, Calle 4, Calle 3, Calle 2 y Calle 7, porque por algún motivo a alguien no le gustaba el número uno.

Epílogo:

Para el próximo pleno del Ayuntamiento se ha pedido incluir como punto más importante del orden del día la posible retirada de una molesta estatua de un personaje histórico.

MSNoferini


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