Revista Creaciones

A pies juntillas

Por Chio Rocío Moreno @RocioMorenoKiss

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En la vida nos asustamos. Y varias veces. Podemos hacerlo porque los demás nos lo permiten. Damos ese gritito sordo, llamamos un poco la atención y ya. Luego volvemos a nuestra rutina. Supongo que sabes de lo que te hablo, que tú me entiendes… Lo cual es un alivio.

Pero intentaré explicarme.

Estamos contaminados. Fuera de núcleo. Desparramados en el estrés y en las mil cosas que tenemos todos los días, a todas horas por delante. Vivimos tan hechos a las costumbres que cuando algo llega de manera inesperada, tendemos a buscarle los tres pies al gato. Deseamos que suceda con todas nuestras fuerzas pero, cuando está delante, no somos capaces de reconocerlo, de hacerlo nuestro. Nos escabullimos por la puerta de atrás y le buscamos motes y palabras feas al tren que está esperándonos en las vías por las que llevamos paseando media vida.

Nos escabullimos, decía, y nos ponemos a correr. Porque ese tren es muy ruidoso. O llamativo. O paciente. O nos quiere demasiado. Cualquiera de los excesos nos hará invencibles a la hora de convencernos de que no es el que estábamos esperando. “Ese tren no es mío”. Y corremos, corremos mucho, corremos infinito para que no nos alcance. En ocasiones, aceleramos tanto que nos perdemos el camino; ya no sabemos volver.

“Hay que estar preparados para cuando llegan los trenes buenos”. “Hay que trabajarse mucho para poderlos reconocer”. Sin embargo, esto no es más que otra excusa más, bastante manida y machacada por cierto. Porque,  ¿cómo se prepara uno para esto? Las mariposas, las manos que se mojan y el sudor que te empaña están muy bien… Pero se quedan un poco cojos pasado un tiempo. Lo que llega más tarde es la habilidad de quitarte toda tu armadura, ponerte en la palma de tu mano y decirle al otro: “esta soy yo”. Y eso acojona. Venga, corcho. ¿¡Cómo nos vamos a dejar caer en nuestra propia palma!? ¿Así, sin más? … Eso es como jugar y apostar a una sola carta. Mucho riesgo, my friend. Te lo agradezco, pero no…

Nos han enseñado muy bien a esconder las debilidades. O lo que creemos que son debilidades. Pero te confieso una cosa: el feísmo no es tan espantoso como nos lo pintamos. Dale la vuelta al prisma: si sólo estamos para la cara amable, ¿quién nos va a apoyar en los días malos? ¿Y en los peores? Qué desilusión llegar a la eterna conclusión que mejor solos… Me niego a pensar que nadie esté dispuesto a crecer al lado de alguien. Porque hay fantasmas que se esfuman cuando el otro pone algo más de luz. Porque es mejor sentir que pensar sentir, como dice la copla…  Y porque somos más fuertes que eso.

Quizás la Bruja Malvada del cuento se viste de Prada y nos lleva contando milongas desde que el mundo es mundo. Tanto es así que hay verdades falsas que ya son ley para nosotros. Y se nos llena la boca de pragmatismo con frases lapidarias que tiran de la falta de tiempo, la falta de ganas o el miedo a que nos hagan (otra vez) daño.

Lo que yo te diga: nos asustamos. Somos unos flojeras emocionales que no estamos dispuestos a dar ni la cara ni la oportunidad a nadie que no cumpla todos los requisitos de cómo debería ser, estar, decir o hasta incluso aparecer.

Es la trampa de creérnoslo todo a pies juntillas. Lo sé porque lo he mamado desde que era un mico que apenas levantaba medio palmo del suelo. Aunque ese mico a veces llevaba razón: nos mintieron. Nos mintieron mucho. Y lo hicieron tan bien que ahora las citas son un escaño. Puntos. Palmadas. Y pare usted de contar.

Pero me queda el resorte de creer en otra cosa. Creer… y hacerlo fuertecito. Hasta el punto que algún día me vuelva completamente loca y tire todas esas mojigatadas teorías por tierra. Ese día, y estoy avisando con tiempo, lanzaré también a bocajarro a alguien y con todo el amor del mundo algo así como “te quiero con cordura”… Y entonces veremos a ver qué pasa.

 NOS HICIERON CREER

“Nos hicieron creer que el gran amor solo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.

Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.

Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable.

Nos hicieron creer en una fórmula llamada “Dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, que era eso lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene nombre: anulación. Que sólo siendo individuos con personalidad propia, podremos tener una relación saludable.

Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los guapos y  flacos son más amados.

Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas. Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto.

Cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.

Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor….aunque la violencia se practica a plena luz del día”.

John Lennon (1940-1980)

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