"Cine" no decepciona a los que esperamos la aparición de una nueva novela de Juan Martini para festejar. Cine se debe leer, sin duda, como parte de la ficción que Martini inauguró con la novela “El autor intelectual” (2000) y continuó con "Puerto Apache" (2002), "Colonia" (2004) y el conjunto de cuentos de "Rosario Express" (2007). Se pueden visualizar continuidades de distinto tipo, desde lo temático hasta lo literario propiamente dicho, el manejo del lenguaje.
¿Cuánto hay del Balbi de "Colonia" en el Sívori de "Cine"? ¿Y cuánto del Barberi de "El autor..." en el mismo Sívori? Está claro que son personajes bien diferentes en todo menos en que se cuestionan la existencia. “La vida es el recuerdo de la vida”, es lo que escribe reiterativamente Balbi en las páginas de sus cuadernos en la Colonia de internación. Sívori en Cine sentencia que “la vida es lo que nos pasa mientras nos atormentamos con trivialidades” y lo trivial es que él que sólo quiere escribir guiones, cuando llega el momento de hacerlo no quiere. Sívori se pregunta si es un buen tipo y cree que, hoy, a nadie le interesa que alguien sea o no una buena persona. Sin embargo, está convencido, por lo que sea, de que él no lo es. También lo preocupa el paso del tiempo, quiere saber si a sus 51 años tiene “olor a viejo”. Sívori se mira muchas veces en el espejo y se pregunta sobre las transformaciones que el tiempo llevó adelante en su cuerpo. Hay un nivel de la novela que tiene que ver con la historia de Sívori y su relación con los que lo rodean (la mujer de enfrente, la otra mujer, la hija de Dippy, Dippy y el resto de sus amigos) en el que hay un claro planteo existencialista. No por casualidad en “Cine”, Martini cita “La Peste” o algo de los “Carnets” de Camus y, en “Rosario Express”, “Las palabras” de Sartre, dos escritores que marcaron una época pero que hoy están demasiado olvidados. Tal vez, en este nivel de la novela esté la primera cuestión distintiva respecto a gran parte de la producción literaria local.
Un segundo nivel de la novela transcurre prendido al guión de la película que se propone escribir Sívori, de 2 horas de duración, narrada en tiempo real, un diálogo que Evita sostiene a sus 26 años, con una amiga, el mismo día que lo van a liberar a Perón, el 17 de octubre de 1945. En este, Eva mostrará su voluntad de pasar a la historia como un mito y, cual oráculo, detalla en ese diálogo lo que vendrá y lo que ella hará. Interesante contrapunto sobre la voluntad en la construcción de la historia hace Martini a partir de este guión.Además, se muestra en una posición política “evitista”, la de los que sostienen que la historia de Perón y su transformación trunca hubiera sido otra de no haber muerto Evita tan joven. Y Sívori ve con toda claridad a los sin techos en la parte rica de la ciudad, la parte en la que él se mueve cuando sale de su casa. En esto la novela se muestra claramente testimonial. Nadie, que lea "Cine", puede obviar esta discusión, la de Eva, que plantea la novela. Y, tal vez, esta posición política no sea lo más polémico que muestra la misma.
Tal vez, para muchos, lo más polémico Martini lo termina de plantear en el tercer nivel en el que se mueve la novela.Sívori es director de cine y tiene el encargo de escribir un guión sobre Eva pero además es profesor de cine europeo. Esto da pie a que durante toda la novela se discuta sobre cine pero estará claro para todos los que la lean que lo que en realidad está discutiendo Martini es sobre literatura. A Sívori le gusta el neorrealismo italiano, la nouvelle vague francesa y el nuevo cine norteamericano y sus alumnos “jóvenes airados que postulan un cine sin sujetos, sin tramas, sin verosimilitud, es decir un cine plano, bizarro y sin memoria”, se ríen de él. Cuando les habla de “Roma, ciudad abierta” de Rossellini o “Los 400 golpes” de Truffaut, “los alumnos que se consideran los más ingeniosos, los más modernos o los más atrevidos” murmuran y se burlan. Y la discusión que se da en el cine, tiene su perfecto correlato en la literatura. Las películas que le gustan a Sívori tienen un formato de narración clásico, son testimoniales, son comprometidas, son, en cierto modo, denunciativas de un estado de cosas. Por eso, Sívori plantea hacer “una película de 2 horas, a cámara fija, con solo dos protagonistas y que todo transcurre en tiempo real el 17 de octubre de 1945”.
En la película freak que lo pone de malhumor pero que le gusta, "Mulholland Drive" de David Lynch, en la que según Sívori se cuentan 4 historias que nunca se tocan y que no se cierran pero que se entrecruzan como cintas de Moebius (si tal cosa fuera posible), “nada es real pero todo verosímil, esa es la cuestión”. La clave que salva esa película es la verosimilitud de su narración, verosimilitud que los “renovadores” de la literatura plantean hacer desaparecer lo que termina transformando a las narraciones en una sucesión de “deus ex machina” y una estafa al lector. Sívori parecería decir, a sus alumnos que plantean un cine renovador en sus formas, junto aGarcía, Charly, “mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”. Martini dice en un reportaje reciente ”hay una zona de la literatura argentina que si le sacás la parodia no sabe qué hacer. Esos escritores me parecen absolutamente respetables pero existiendo Laiseca, sus epígonos tienen muy pocas alternativas. Porque como él ya es tan descomunal, tan exhaustivo, tan amplio, el lugar de Laiseca ya está cubierto”. Los que estén interesados en este debate pueden leer el excelente artículo “un ejercicio de esgrima” que Guillermo Martinez publicó en “La fórmula de la inmortalidad”.
Algunos comentarios sobre otras cuestiones destacables.
La narración tiene un aire inconfundible a Saer que es otra marca de toda la última producción de Martini. El trabajo del punto de vista no puede escapar a ningún lector atento. El narrador es una tercera persona volcada sobre el protagonista pero que trabaja en un límite extraño puesto que hay cosas del propio Sívori que no sabe sino deduce a partir de hechos. De esta escritura se podría decir que es todo lo contrario a aquellas otras que calificaba Martín Kohan como que daban la impresión de que los escritores hubieran puesto la primera palabra que se les ocurrió. Martini es un orfebre de la palabra pero no se enreda ni se regodea con ellas, olvidando el sentido de lo narrado y dejando en primer plano la forma. También el manejo del tiempo es otro logro, va y viene sutilmente.
El interés que Martini viene mostrando ya desde "Rosario Express" por el patrimonio cultural y arquitectónico de las ciudades en que hace transcurrir la acción, más aún debería decir los barrios, es notable. Eso se traduce en una mirada muy enriquecedora y lo coloca en la tradición del Sebald de "Austerliz" y, en parte, del Pamuk de "Estambul".
El tercer comentario es sobre la crítica que Beatriz Sarlo hizo en el diario Perfil a esta novela “El paso del tiempo”. Es rara la crítica de Sarlo. Yo la leí antes de leer la novela y no entendí si la estaba recomendando o no. Beatriz Sarlo es una de las críticas literarias más importantes de la Argentina y uno espera que plantee las cuestiones relevantes en sus artículos. En este caso, me parece que se queda en cuestiones de gusto formales sobre la narración de Martini (cuestiona las llamadas a pie de página en relación con el uso que de ellas hacía Arlt y no menciona el que hizo, por ejemplo, Puig en “El beso de la mujer araña”, mucho más cercana al uso que hace Martini) y en otras afirmaciones cuestionables (a los alumnos reales de cine le gusta Godard). Sarlo terminan reduciendo la novela de Martini a la historia de encuentros y desencuentros del vouyerista Sívori. Lo más llamativo es que Sarlo ignora la polémica que “Cine” plantea sobre literatura y desvía el debate en materia cinematográfica a una cuestión generacional (Sívori vs. sus alumnos) y no a lo que es en realidad: una discusión sobre criterios de valoración literaria. Sarlo dice que no le gusta el guión que Sívori escribe ¿o no le gusta lo que ahí dice Eva? Porque llamativamente, tampoco dice nada, Sarlo, sobre la cuestión política que Martini plantea en “Cine”.
Para finalizar, en “Cine” nada es azaroso. Las enumeraciones de discos y películas no son caprichosas. Solo un ejemplo de muchos que se podrían dar. Sívori sentencia “la historia de este país es la historia de los proyectos olvidados” y su película sobre Evita no se llevará adelante y, por eso en la casa de la otra mujer mirará unas escenas de “La película del rey”, la película de Carlos Sorín que narra cómo se frustra el proyecto de la película del rey.
Lo último último, algo que ya escribí, en un escenario como el de la literatura argentina, tan sobreofertada de boutades ligeras y, por ende, sin sustancia, la existencia de tipos como Juan Martini es una barrera contra la frivolización de lo literario. Está claro que otros apuestan a esto.
(En la foto Juan Martini con el director de cine Bebe Kamin)
Blog del autor del libro de cuentos "Historias fugaces de hombres y mujeres".