Revista En Femenino

A propósito de Kurt Cobain

Por Andrea Alanís @andrealanis

Era 1991 y mi cultura musical estaba formada básicamente por las canciones de mi padre, un sinfín de piezas clásicas (Tchaikovsky, Vivaldi, Bach y Mozart), The Beatles (obvio) y mis discos favoritos Pink Floyd (Dedicate Sounds of Thunder) y Frankie Valli and The Four Seasons (Sherry & 11 others). Así que cuando llegue a una nueva escuela, fue fácil decidir con que chicas me juntaría. Por un lado se sentaban las lindas y bien portadas. Aquellas con el uniforme intacto y pulcro hasta la médula. Sentadas siempre al frente del salón y participaban cada dos segundos en clase. Por el otro, unas chicas a decir verdad bastante normales. No sobresalían en exceso y a mi parecer, con una cara mucho más amable que las otras. Así que a la hora del recreo, la decisión no fue tan difícil. Magneto y el grupete de moda Vs. Metallica, Guns N’ Roses, Nirvana y Ozzy Osbourne.

Hasta entonces mi relación con el rock era ver el cuarto de un chico mucho más grande que yo, invadido de posters con seres raros (años más tarde me enteré que es un tal Eddie símbolo de Iron Maiden), la página central de la revista Playboy y ruidos de guitarra. Digo ruidos porque a mi entender, eso que escuchaba no me sonaba a música.

¿Y a qué viene todo esto? Ah si Nirvana. En aquel colegio, escuché por primera vez Smells Like Teen Spirit. La canté a todo pulmón en el festival de primavera junto a mis nuevas amigas, mientras movíamos la cabeza al compás de la música, bailando slam y pintándonos el símbolo de anarquía en la falda del uniforme para parecernos a las porristas del vídeo, mientras las monjas en silencio nos bendecían con ojos de desaprobación total.

Era 1991 y nosotras rockstars.

Como el 99.9 % de los adolescentes de esa época, no tenía ni la menor idea de la canción. ¿Qué decía? ¿Cómo lo decía?, me importaba poco. Pero la música, el ritmo, la voz y ese sentir que alguien te comprende UFFF tal vez eso hizo que Nirvana rompiera esquemas en el mundo de la música. En 1991 todos éramos adolescentes llenos de ira, confusos con nuestros cuerpos, nuestras mentes y con frustraciones existenciales propios de la edad y esa banda captó y transmitió lo que muchos de nosotros sentíamos. Algunos sin siquiera saberlo.

Hace unos días dentro del ciclo de verano del CentroCentro Cibeles proyectaron el documental Kurt Cobain: Montage of Heck. Acudí emocionada y salí con el corazón hecho trizas. Su historia me perturbó en todos los sentidos. ¿Cómo es posible que alguien pueda sufrir tanto? ¿Cómo puede alguien dejarse tanto? ¿Cómo es posible que nadie a su alrededor le ayudara? ¿Cómo es posible?, ¿Cómo es posible?, ¿Cómo es posible?

Adicional al hilo conductor de la historia que en algunas ocasiones resulta cansino, las escenas donde se ve extremadamente drogado cargando a su hija de menos de un año ¡DIOS SANTO! Por mucho que tu padre sea lo que haya sido ver esas imágenes como hijo, son espeluznantes por no decir desgarradoras. Por cierto su ya no tan pequeña hija es una de las productoras ejecutivas del documental y Courtney sigue siendo Courtney y a pesar de haber sido fan de Hole (Celibrity Skin) en la universidad, por alguna extraña razón, esa chica me da repelús. Y aunque en la historia no es ni la buena ni la mala del cuento, si retrata a una persona que bajo una confesión llevó a Kurt a su primer intento por quitarse la vida.

A grandes rasgos, el documental plasma de alguna manera la mente de Kurt Cobain y trata de responder a las interrogantes que quizá sus fans y su propia familia y amigos se preguntaron tras su fallecimiento.

No me declaro fan, fan, lo que se dice fan, ni de él ni de la banda (a pesar de mi pasado adolescente) pero debo decir que el documental se quedó corto. Me hubiera encanto conocer el cómo empezó todo, quién conoció a quién, porqué se salió uno y en qué momento entró el otro, etc. Los expertos seguramente dirán que ya hay mil y un datos sobre el tema y que este trata de la otra faceta de Kurt, esa que casi nadie conoce y que hasta hoy había estado guardada en vídeos caseros, diarios y dibujos bajo el cuidado de su familia. Aún así una mente como la de él no debería estar en el olvido. Y no sólo me refiero a sus miedos, traumas, una adolescencia marcada por el rechazo ni a su pasado triste. Como emprendedor fue un as. Hay una escena que retrata una hoja de su diario en el que por cierto amaba hacer listas, y enumera todo lo que el vídeo de Smells Like Teen Spirit debe tener (porristas incluidas) u otra donde escribe los pasos de todo lo que tiene que ejecutar para poder hacer un concierto en el garage del vecino. Visión que le llaman.

Kurt Cobain hizo estrategias de su propio destino. Incluso de su muerte.

A veintiún años de su muerte Kurt nos dejó un legado como adolescentes y ahora como adultos emprendedores. Porque todavía hay mucho que este chico de Aberdeen,WA nos puede enseñar sobre la vida, los negocios y la muerte.

I’d rather be hated for who I am, than loved for who I am not.


Volver a la Portada de Logo Paperblog