Están ahí, a nuestro lado. Viven en nuestro edificio, estudian en nuestro colegio, pasean por nuestra calle, compran con sus familias en nuestro supermercado. Y, sin embargo, realizamos en ocasiones un deliberado esfuerzo para no verlos, y atenuar así la sensación de incomodidad que frente a ellos nos aflige. Son los discapacitados intelectuales, cuyas etiquetas identificativas (Asperger, autismo, inteligencia límite, etc) nos hacen tragar saliva y nos ponen, por qué mentir, en tensión. En algunos casos (espero que en muy pocos, y que cada vez sean menos), porque se les desprecia o se les juzga prescindibles; en la mayor parte de las ocasiones, porque su rareza (y quiero que el sustantivo suene tan respetuoso como suena en mi cerebro) nos inquieta, nos perturba, nos descoloca: sus ojos huidizos o penetrantes, sus silencios o sus gestos, su forma de actuar, sus palabras se salen de lo canónico y nos obligan a medir cuanto hacemos o decimos, porque no queremos alterarlos con nuestra ignorancia.
José Antonio Jiménez-Barbero, en las páginas de A propósito de tu hijo, que es una novela respaldada por el Ilustre Colegio Oficial de Enfermería de la Región de Murcia, se atreve a poner ante nosotros un relato muy directo, muy firme y muy respetuoso sobre esas personas distintas, sobre las emociones que laten en su interior, sobre sus necesidades y derechos, sobre el modo en que los demás debemos relacionarnos con su diferencia. Y el resultado, créanme, es tan bello como educativo. De un lado, tenemos a Santiago, un adolescente que “no es autista. Tiene autismo”, como explica su padre en la página 27. Del otro, tenemos a Alicia, con un leve retraso cognitivo. Ambos cursan estudios en el colegio público Campo Verde y, refugiándose entre sí, hacen frente a la incomprensión o la agresividad de sus compañeros, que los ven como una “pareja de atontaos” (p.34), un “par de gilipollas” (p.84) o unos “puñeteros retrasados” (p.197). Y esa amistad, que se establece sobre todo gracias a la ternura candorosa de Alicia, se convertirá en la gran energía que sirva para que los demás, poco a poco, lleguen a comprender su singularidad y los acepten como son.
Navegando con sabiduría por el mundo de las emociones, José Antonio Jiménez-Barbero construye una novela noble y bien organizada, que esquiva todo tipo de clichés almibarados y que nos invita a pensar cómo reaccionaríamos nosotros si tuviéramos al lado un Santiago o una Alicia. Sin duda, una obra necesaria.