Las recientes declaraciones de Esperanza Aguirre sobre la conveniencia de suspender la final de la Copa del Rey si los nacionalistas catalanes y vascos llegan a Madrid con ánimo de ofender y hostigar, rápidamente condenadas por sus compañeros de partido, demuestran que entre la presidenta de Madrid y el actual PP de Rajoy no existe sintonía alguna. Quizás haya llegado la hora de que Esperanza Aguirre impulse una nuevo opción política de inspiración liberal, una derecha auténtica, que crea en la democracia y en los ciudadanos y sin complejos ni contaminaciones socialistoides. ---
Las condiciones y circunstancias permiten y aconsejan que nazca en España una verdadera derecha, una agrupación de ciudadanos que crea en los principios y valores liberales, que sienta orgullo de su ideología, que esté libre de complejos, limpia de contaminaciones socialdemócratas y que crea realmente en la democracia.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, aunque esté contaminada de cierto autoritarismo insensato y no posea la necesaria fe inquebrantable en la verdadera democracia, es la dirigente política española mejor situada para encabezar la ruptura con el acomplejado y contaminado PP, y propiciar el nacimiento de una derecha verdadera, democrática e inspirada en los valores y principios de aquel liberalismo que derribó el absolutismo, cimento los derechos humanos e inventó la democracia.
Si en España naciera una verdadera derecha, habría más distancia y diferencias entre esa nueva dereha y el PP que entre el PP y el PSOE. En el espectro político español existe un espacio enorme para una derecha que se sienta orgullosa de serlo, que crea en la democracia, que crea más en lo individual que en lo colectivo, que reduzca el Estado a su mínima expresión y que defienda los valores liberales de antaño, los que inventaron la democracia y pusieron los cimientos del edificio de los derechos inalienables del ser humano.
La actual derecha que preside Rajoy es cualquier cosa menos democrática. Es intervencionista, cobra mas impuestos que la izquierda y está contaminada hasta el tuétano de desprecio al ciudadano, ética democrática y estatalismo socialistoide. De hecho, ese partido ha prescindido tanto de las tradicionales ideas de la derecha que se aprece al PSOE en demasiadas cosas: en su concepción intervencionista y autoritaria del Estado, en su poca fe en la demcoracia, en la marginación del ciudadano, en el apego a los privilegios, en su fácil convivencia con la corrupción y su opsesión enfermiza por controlar y disfrutar del poder, por encima de cualquier otro valor o principio.
La mejor prueba de que el PP no es un partido democrático es contemplar y analizar la actual España que Rajoy gobierna, un país injusto y lleno de desempleados, pobres y desesperados, una nación sin separación efectiva de los poderes básicos del Estado, sin ciudadanos protagonistas, sin una sociedad civil fuerte que sirva de contrapeso al poder, con la prensa controlada por el poder político, sin una ley igual para todos, con la mentira y el engaño entronizados en la cúspide del Estado y con la corrupción instalada en las arterias del sistema. Si eso es democracia, que venga Dios y lo vea.
El nacimiento de una derecha verdaderamente democrática constituiría para España un acontecimiento esperanzador con gran potencial regenerador. Millones de españoles que se sienten incómodos ante el "duo" PP-PSOE, junto a los muchos españoles que se tapan la nariz al votar a la derecha y a los que no pueden votar a ninguno de los actuales partidos porque se sienten demócratas y la oferta es de oligarquías partitocráticas, se abrazarían con ilusión a esa nueva opción política con la esperanza de que esa nueva vía conduzca a la regeneración y a la recuperación de la racionalidad, las libertades, los derechos, la unidad, la convivencia y la grandeza de España.
La clave del éxito de esa nueva opción es, inevitablemente, su fe liberal-democrática, una garantía para que España recupere el pulso por el único camino que conduce a la grandeza: el de la verdadera democracia de ciudadanos libres, sin un Estado opresor que los controle todo por medio de partidos políticos y políticos profesionales depredadores.