Tenemos unos políticos que no nos merecen. Les escuchamos, les creemos, confiamos en ellos, les votamos y, en cuanto tienen los resultados en la mano, descubrimos que nuestros representantes sufren una especie de amnesia que acaba con su credibilidad y con nuestra confianza.
Lo que pasó ayer en el PSOE no es el resultado de quince días de calentón. Los votantes de izquierda siempre han tenido “fama” de castigar a sus representantes, mientras que los de derechas son conocidos por ser más “fieles” a los suyos, hagan lo que hagan. Y es así como, mientras unos castigan y otros perdonan y olvidan, este país se ha podrido. De esa putrefacción surgió el movimiento del 15M, un movimiento criticado, vilipendiado e insultado por esos representantes a los que creíamos y que nos traicionaban en cuanto sus intereses personales entraban en conflicto con los nuestros, con los de aquellos de los que emana su poder. “Que se presenten a las elecciones”, decían, “si quieren cambiar el sistema”. El fruto de la podredumbre moral, social e institucional de este país se presentó a las elecciones y ahora algo les huele mal, muy mal, a todos los que durante cuatro décadas se repartieron el fruto de nuestro trabajo con sus corruptelas.
El problema no es tanto lo mal que les huele a los del PP o a los del PSOE el tema Podemita. El problema es que mientras los del PP siguen votando a los suyos (a pesar de que el partido haya sido calificado como “organización criminal” por la policía y más de un juez), y los del PSOE se van a IU, a Podemos, las Mareas o incluso al PACMA, este país sigue podrido y no dejará de oler mal hasta que en el PP, en el PSOE, en Ciudadanos o en Podemos haya personas que realmente quieran trabajar por quienes les votan, cumplir sus promesas electorales y mirar por el bien de todos y no solo de aquellos que les han colocado en esos sillones tan caros y con visado a consejos de dirección de grandes empresas cuando levanten su gordo y pesado culo de ellos.
En diciembre el PP ganó las elecciones, pero Rajoy declinó el encargo del Rey para formar gobierno. Pedro Sánchez era el siguiente en la lista. Pero seamos sinceros: si Mariano dio una lección de mediocridad con su “no” al Rey a través del plasma, Sánchez, Rivera e Iglesias dieron una lección igual de mediocre enrocándose en posturas irreconciliables que impidieron un gobierno alternativo y plural que representase a un espectro mayor de la población. Ese día nos demostraron, a todos, por y para quién están: y no somos nosotros ni nuestras necesidades.
La vergüenza nacional protagonizada por un partido que se ha distanciado de la gente y que ha “expulsado” a muchos de los suyos a los brazos de gente que nos prometían un cambio y que solo dan muestras de chulería, prepotencia y de estar jugando a una especie de Juego de Tronos en el que España no es los siete reinos, sino diecisiete, podría haberse evitado simplemente con cumplir la promesa de escuchar al pueblo soberano y estar a su altura. El día de hoy podría haberse evitado permitiendo que el candidato del PSOE fuese realmente elegido libremente por la militancia que decidió “influida” por los denominados “barones”, más interesados en sus intereses personales que en una democracia real y efectiva dentro de su propio partido. El día de ayer podría haberse evitado si, perdidas dos elecciones con una bajada considerable de escaños, y una investidura “de rebote”, el candidato socialista hubiese asumido su responsabilidad presentando su dimisión y dando paso a alguien más capacitado para unir a las federaciones socialistas, entusiasmar a sus votantes y recuperar a los perdidos por el camino. El día de ayer podría haberse evitado si el PSOE no se pareciese tanto al PP cuando se trata de aferrarse a un asiento o de conseguir otro mejor si no queda más remedio que levantarse de él y permitir que lo caliente el siguiente. El día de ayer podría haberse evitado si los líderes de los nuevos partidos, Rivera e Iglesias, hubieran sido coherentes con su mensaje electoral y hubiesen dialogado para llegar a un acuerdo que apoyase una alternativa mayoritaria de cambio, en lugar de intentar una minoría desesperada a cambio de esa imagen de trepas disfrazados de supuestos hombres de Estado. El día de ayer podría haberse evitado si este país no estuviese tan podrido, y nosotros mismos no estuviésemos, también, apestando a putrefacción.