Denota este proverbio la disposición a conformarse con los decretos de la Providencia, sea cual fuere el éxito de nuestras pretensiones y deseos. Después de la empeñada discusión y chistosísima votación secreta a que dio pie el famoso yelmo de Mambrino, dijo don Quijote: "Aquí no hay más que hacer, sino que cada uno tome lo que es suyo, y á quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga."
Con este oportuno campanillazo y con no menos desenfado y brío que el que en ocasión análoga demostró el bizarro republicano Pavía, capitán general de Madrid, cerró de golpe y porrazo aquella tempestuosa sesión, la más tempestuosa que jamás se haya visto ni oído en esta bendita tierra que tan buenos garbanzos y tan buenos nabos produce.
En aquel lance del desafío con el lacayo Tosilos, al ver que éste se allanaba a tomar por consorte a la hija de doña Rodríguez, dijo también don Quijote: "Pues esto así es, yo quedo libre y suelto de mi promesa: cásense en hora buena, y pues Dios nuestro Señor se la dió, San Pedro so la bendiga."
Por último, al caballero de la Blanca Luna, a aquel que había de dar fin a sus andantescas aventuras, en el mismo instante de aceptarle el desafío, con ánimo resuelto le dirigió don Quijote las siguientes palabras: "Tomad pues la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mismo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga."
He preferido esta última lección por ser la más corriente y la adoptada por la Academia.
En el Persiles usa también Cervantes este refrán, diciendo, como en los dos primeros de los citados pasajes,
-A quien Dios se la dio.Otros, en lugar de San Pedro, dicen San Antón se la bendiga.