Me siento afortunado; mi trabajo al lado de emprendedores y personas que buscan su desarrollo profesional me está dando la oportunidad de rodearme de personas que irradian felicidad y entusiasmo. ¿Y qué conclusión puedo sacar de esta experiencia?
Que la vida premia dos cosas: al que se arriesga y al que innova.Comencemos por un ejemplo conocido por todos: Steve Jobs. Frente a miles de personas a las que jamás se les hubiera ocurrido lanzar un teléfono móvil en un mercado repleto de terminales, Steve Jobs tuvo la valentía de hacer una propuesta diferencial, innovadora y arriesgada. ¿Y cómo le respondió la vida? Con un gran premio: se llevó todo el mercado y mandó a tomar "por saco" a los Nokia, Motorola, Ericsson...
Sigamos con otro ejemplo más del día a día. Le sugiero que entable una conversación profunda con cualquier persona que trabaje por cuenta ajena y la compare con la de un emprendedor. Salvo que se dé la casualidad de coincidir con el empleado "optimista antropológico", observará como en poco tiempo comenzarán a aflorar quejas contra su jefe, contra el horario restrictivo, contra el sueldo, contra el desarrollo profesional...; compare ahora la conversación con la que le podría ofrecer el emprendedor que decidió dedicar su tiempo y sus recursos a una actividad que realmente le apasionaba. No hablará de su jefe porque él es el jefe; no hablará en contra del horario porque invierte las horas en un trabajo que le encanta hacer; pasará altibajos en los ingresos, sí, pero cuando encuentre el camino no tendrá techo en los ingresos: sus ganancias dependerán de su buen hacer y no de los caprichos de sus superiores; y, por último, ¿se puede pedir más desarrollo profesional que tener la oportunidad de tomar decisiones sobre la propia vida? Un emprendedor puede preguntarse ¿qué quiero hacer? y darse la respuesta. Curioso, ¿no? Nuevamente tenemos otro ejemplo de cómo la vida premia al que se arriesgó y al que se salió del "montón". Pensemos, en definitiva, en cualquier persona de éxito en la vida. Tenga la seguridad que en algún momento del pasado tomó alguna decisión arriesgada, incluso contraria a los consejos de sus seres más queridos. ¡¡No dude que esto fue así!! Porque el éxito casi siempre viene de la mano del riesgo y la diferenciación, que no es otra cosa más que salirse de la maldita zona de confort. La vida no premia a los que siempre se quedan en su posición, al calorcito de un puesto estable pero a merced de los caprichos de sus superiores. Y lo mismo digo a nivel empresarial: las empresas jamás tendrán éxito si no se proponen renovar sus productos o no se plantean mejoras constantes en los procesos. Acabarán siendo empresas del montón, muchas de ellas, mediocres y sin posibilidad de obtener grandes beneficios, grandes premios. Eso en el mejor de los casos, porque lo más probable que les suceda es que acaben siendo desplazadas por aquellas otras que sí ofrezcan productos diferenciados a los clientes. De nuevo, riesgo e innovación. Engancho con el principio. De todo lo que me sucede en estos momentos, lo más maravilloso es estar rodeado de personas que no se conformaron con vidas acomodadas y buscaron los premios que les esconde el destino. Estoy convencido que van por el buen camino, sin ningún lugar a dudas. La evidencia demuestra que los éxitos se los llevan los que creen en sí mismos y toman las riendas de su vida, porque no jugar en esta partida equivale a poner el destino a merced de los que reparten las cartas. Puede salir bien o no, pero no depende directamente de usted. Le sugiero que observe qué sucede en el interior de las personas que le rodean y compare cómo ven la vida los emprendedores y los conformistas. ¿A quién premia la vida? ¿Al conformista?Un cordial saludo