Comienza a conocerse la secuencia de hechos que llevaron a Felipe González a denunciar que Pedro Sánchez lo engañó prometiendo que el PSOE se opondría en primera votación a la investidura de Mariano Rajoy, y que en la segunda se abstendría para permitir un gobierno minoritario del PP que los socialistas casi dirigirían desde la oposición.
Dicen fuentes creíbles del PSOE que González le comunicó a Felipe VI la promesa, y que este, confiado, le propuso a Rajoy la investidura; al incumplir su palabra pudo poner en ridículo al Rey.
Sánchez estaría entonces negociando su propia investidura con Podemos y con los separatistas, que para librarse del rocoso líder del PP prometerían moderar sus exigencias.
Pero un gobierno socialpolulista mucho más débil aún que el de Rajoy les invitaba a incumplir su palabra, como que hizo Sánchez, y a lanzarse enseguida contra la nación española.
Sánchez ponía así en peligro un Estado con 524 años de historia únicamente para cambiar un gobierno que puede variar de partido y políticas cada cuatro años. ¿Por qué? ¿A quién sirve este hombre?
Desde 1492 habrían sido habrían sido 131 gobiernos de todas las ideologías, y desde la democracia habrían variado casi diez gobiernos de populares o socialistas corrigiéndose mutuamente.
Qué hay detrás de este hombre que dice defender lo público –recalcan muchos socialistas--, pero que desde el bachillerato estudió en instituciones privadas, incluida la universidad poco prestigiosa que lo tituló y de la que se dice profesor.
Que fue miembro de la Asamblea de Cajamadrid y sus preferentes, que obtuvo créditos privilegiados y que, según recuerda hoy Vozpopuli, fue ayudado en su carrera política por su suegro, oscuro empresario de saunas gay de Madrid, mientras él prometía luchar contra la prostitución...
En Hollywood esta historia daría para una serie tan inquietante como Los Soprano.
O para la película de Scorsese The Departed, Infiltrados en España, en la que el policía era un infiltrado de la mafia y el protegido de los mafiosos un infiltrado de la policía.
¿A quién sirve Sánchez?
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SALAS