"Lo vi con mis propios ojos". Pero la vista más de una vez nos puede engañar: nuestro concepto de la realidad se basa en seleccionar hipótesis a partir de nuestras expectativas sobre el mundo físico.
La vista siempre me ha parecido un sentido fascinante. Abrimos los ojos y el mundo se nos presenta delante de nosotros como por arte de magia, sin realizar ningún esfuerzo, continuo en el espacio y coherente en el tiempo.
Y eso a pesar de que hasta nuestros ojos llegan aproximadamente unos 70 GB de información visual por segundo. Para que nos hagamos una idea de lo que eso significa, en un disco duro con esa capacidad se podrían almacenar más de setenta películas de cine, que tendríamos que visionar e interpretar ¡en menos de 1 segundo! ¿Cómo podemos hacerlo? La respuesta es más sencilla de lo que parece: no lo hacemos. Nunca analizamos toda esa cantidad de información; y hay tres razones por las cuales no podemos hacerlo.
El "pecado original" de la visión
El principal problema con que se encuentra el cerebro a a hora de analizar visualmente el mundo es que solo tiene acceso ala imagen que este refleja en nuestras retinas, como si de una fotografía se tratase. Este problema no es trivial, ya que la recreación en tres dimensiones de una imagen bisimensional tiene infinitas soluciones desde un punto de vista matemático. Infinitos objetos podrían reflejar exactamente la misma imagen en un plano, cómo puede saber el cerebro si lo que ha visto en en sí la realidad. Este es el problema inverso de la visión, y en nuestro cerebro lo resuelve la estadística.Durante los primeros años de nuestra vida, aprendemos a asociar determinados patrones de estimulación de la retina, equivalentes a la sombra de la imagen, con objetos reales de nuestro entorno; estimamos su forma y dimensiones manipulándolos y observándolos en distintas perspectivas. Así generamos una especie de catálogo visual que actualizamos continuamente y con el que comparamos todo lo que vemos para identificar los elementos de una escena. Sabemos que es mucho más probable que la sombra de una figura se
corresponda con una pareja que con un món tón de basura, y así lo interpretamos. A veces, la estadística no permite distinguir entre distintas visiones de un mismo objeto y entonces surgen las percepciones amibiguas y otras ilusiones en las que no es fácil decidir qué es realmente lo que estamos viendo, por lo que llegamos incluso a confundir una mancha de humedad en la pared con la cara de Elvis Presley, es como los dados que vemos en esta imagen de debajo, depende a la distancia a que estuviesemos colocados de ellos, el cerebro no sabría concretar si están tumbados o encima unos de otros.
Es la economía, estúpido
Nuestro cerebro es, además, un órgano bastante lento en relación con el ritmo al que se producen los cambios en nuestro entorno; y es muy caro desde el punto de vista metabólico: aunque solo representa el 2% de la masa corporal, consume el 20% de la energía necesaria para sustentar nuestro organismo. Si tuvisemos que analizar toda la información visual disponible necesitaríamos un cerebro aún mayor en relación con el tamaño de nuestro cuerpo, y eso implicaría un consumo de energía inasumible. Un cálculo conservador lo situaría en torno al equivalente aportado por unos 150 kg de azúcar ¡por día! Cuando en realidad ha de realizar su tarea por poco más de lo que consume un iPad.Filtra y rellena
En consecuencia, la mayor parte de la información visual que llega a nuestras retinas no puede ser procesada en tiempo real y ha de ser filtrada porque no tendríamos ni los recursos ni el tiempo necesario para analizarla toda. Lo que realmente hacemos al explorar una imagen es, primero, extraer la información más relevante para nuestro comportamiento; y, segundo, realizar una estimación de lo que estamos viendo, rellenando literalmente la información que falta en función de nuestra experiencia previa y nuestro conocimiento sobre las propiedades físicas de los objetos que nos rodean.Así, nuestro concepto de realidad, y no solo en lo que se refiere a la visión, se basa en seleccionar la hipótesis más probable al comparar la información básica y poco elaborada que proviene de la retina con nuestras complejas expectativas sobre el mundo. Actuamos de manera predisctiva y, ya que nuestras experiencias previas son personales e intransferibles, esto hace que vivamos en mundos visuales ligeramente distintos, algo que no siempre es fácil de aceptar. Porque a fin de cuentas, y como dijo Chico Marx disfrazado de Groucho Marx en una escena de la genial Sopa de ganso, "¡¿a quién vas a creer, a mí o a tus propios ojos?". ¡A que ya no parece tan absurda esta frase!
Si te gustó el artículo o simplemente despertó tu curiosidad, no dudes en compartirlo con tus amigos/as y conocidos/as y puedes pasarte por http://xyberteknia.blogspot.com.es donde encontrarás más artículos que pueden interesarte.
Gracias por visitarnos...