El otro día me preguntó House qué diría si tuviese que hablar durante 10 minutos al mundo y todo el mundo estuviese obligado a escucharme. ¡Demasiada responsabilidad! No creo que nada de lo que yo tenga que decir sea tan interesante. De hecho llevo varios días, mejor dicho semanas, dándole vueltas a esta entrada. Sobrinísima cumple 18 años y ya el año pasado me recriminó, no sin razón, que no escribiese nada ese día en el blog. En esta ocasión aún tendría más razón para abroncarme.
No pude evadir la cuestión de House. Intenté escaquearme, pero él insistió. De nada me sirvió tratar de devolverle la pelota, al parecer era yo la que tenía que hablar, no él, y el problema es que, de verdad, no tengo mucho que aportar, ni a sobrinísima ni al resto del mundo.
Divagué un poco. Supongo que algunos hablarían de dinero, de poder, de arreglar el mundo (¡cómo si fuera posible!), de amor, de espiritualidad... No es lo mío, si algo me caracteriza es mi sentido práctico, cuando algo no es útil no tiene sentido darle vueltas, así que en mi discurso hablaría del día a día, de esas cosas pequeñas que contribuyen a la felicidad.
Es curioso, la felicidad está en uno mismo, al menos en cada uno reside la semilla para ser feliz, si uno cede la responsabilidad de su felicidad a los demás, no conseguirá nada. Sin embargo la felicidad no es egocéntrica, al contrario (al menos la mía), es un sentimiento expansivo que precisa contagiar a otros para desarrollarse.
La sonrisa es un requisito, no solo mejora el aspecto del que lo luce, como ya he comentado anteriormente, sino los ojos con los que le valora el resto. Al sonreír a alguien, la respuesta normal es que te devuelvan esa sonrisa y que con ese gesto caiga alguna barrera, no en vano se dice que se cazan más moscas con miel que con vinagre. Sonreír es fácil, pasear la sonrisa alegra un poco el día.
Una de las cosas mejores de mi profesión, y que hace que cada vez me guste más y disfrute más con lo que hago, es la posibilidad de ayudar a otros. Saberse útil hace que la vida cobre sentido y se sume otro punto a la propia felicidad. ¿Vocación? Dudo que la tuviese cuando empecé, opino que en el caso de la Medicina la vocación se desarrolla junto con la profesión. Disfrutar del trabajo también contribuye a la felicidad, todo tiene su parte positiva y su negativa, nada se salva de su sambenito, no obstante hay que aprender a apreciar lo bueno que hay en casi todo. No sé si mi optimismo es fruto de mi pragmatismo o al revés, pero ambos están muy relacionados: ¿para qué perder el tiempo en algo abocado al fracaso? Si se intenta es porque es posible.
Los seres humanos estamos llenos de contradicciones, tenemos días buenos y malos, muchas veces actuamos de forma distinta a nuestras ideas, no dedicamos el tiempo a lo que nos parece importante sino a algo superficial o directamente a nada. Nos equivocamos y hemos de asumir nuestros errores para madurar. Para juzgar existen los jueces y su tarea no es fácil ni algo que se pueda practicar alegremente; mejor ir por la vida sin criticar, y mucho menos cuando con frecuencia no conocemos todos los hechos. Ya lo decía mi abuelo, para decir algo desagradable, uno mejor se calla, y gracias a ese consejo se ahorran errores de juicio y discusiones estúpidas. Es mucho más fácil ser tolerante con uno mismo que con los demás, solo con la práctica se consigue aplicar a los demás el mismo rasero, y eso no siempre. Hay que intentar ponerse en el lugar del otro para comprenderlo. La comprensión es la base de la paciencia, al menos de los que no la tenemos de manera innata.
Igual que la felicidad propia repercute en otros, lo mismo sucede con la felicidad ajena, es un círculo vicioso, hacer a alguien feliz hace a uno mismo más feliz. No hay que ser médico para lograrlo, están la familia, los amigos, y en realidad cualquiera, los gestos de cariño, o la simple amabilidad, hacen que todo el mundo se sienta mejor. Siempre hay pequeños detalles capaces de despertar ilusión y también pequeños detalles por los que no merece la pena amargarse la vida, otra cosa que hay que aprender es a poner las cosas en perspectiva y no dar a las nimiedades más valor del que tienen (casi ninguno), solo son irritantes cuando se les presta atención.
Son cosas pequeñas, sencillas, aunque cuesta descubrirlas, y que al practicarlas, crecen. Después de perfilar mi "discurso", House me confesó que la idea se le había ocurrido por la generalización de las redes sociales, entre ellas mi blog, como una ventana al mundo. La gente habla de su look, del último bolso que se ha comprado, se centran en ellos mismos como si fuesen algo relevante, no miran alrededor, que no es nada más que eso que gira en torno suyo. Lo llamativo es la popularidad que muchos consiguen con ese sistema. No obstante, en palabras de House: "El ser humano, cuando progresa y crece, es cuando mira a las estrellas, no cuando se mira su propio ombligo."
Para terminar esta entrada solo me queda desearle mucha felicidad a Sobrinísima en su mayoría de edad y espero que mi experiencia le sea útil para lograrlo. Por supuesto no debo pasar la oportunidad de plantearos la pregunta: ¿de qué hablaríais vosotros al mundo en esos 10 minutos?