La literatura es un pequeño país asediado y orgulloso que no se rinde nunca a sus invasores. Es uno de los pocos reinos estrictamente íntimos que nos quedan. Stendhal dedicó la cartuja de Parm "to the happy few", es decir, a unos pocos hombres felices de estar solos y de no ser muchos. Juan Ramón Jiménez deseaba dirigirse a la "inmensa minoría". No se trata de una repulsiva afirmación de elitismo, sino de la conciencia de que el acto de la escritura o de la literatura no se celebra a voces ni enmedio de la multitud, porque es la más delicada y radical demostración de la soberanía de un hombre, de su irreducible libertad. La lectura nos sitúa en un estado de espíritu semejante al de la amistad o el amor: estamos a solas con quienes hemos elegido, con quienes son iguales a nosotros.
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Antonio Muñoz Molina en ¿Por qué no es útil la literatura?