Revista España

A solas con la Plaza de Oriente

Por Manugme81 @SecretosdeMadri

Plaza de Oriente de noche, MadridUno pocas veces es consciente cuando un acto espontáneo se convierte, tras repetirse una y otra vez, en una adorable rutina. En esta ocasión hablo desde mi propia experiencia, la que últimamente me lleva a recorrer la Plaza de Oriente en silencio, de noche, como dos enamorados que ocultan su pasión ante los ojos indiscretos de la gente.

Siempre que el tiempo lo permite, que en Madrid es bastante frecuente, me dejo caer por la explanada más pomposa de la capital, aquella que recuerda mejor que ninguna la majestuosidad de aquellos evaporados imperios. Pero para hacerlo aprovecho la complicidad que me brinda la caída del día. Es así cuando este fastuoso recinto se muestra desnudo y diría que hasta frágil. Es de este modo como mejor se escudriñan sus mil y un secretos que, sin gente ni ruido, se ofrecen casi voluntarios al espectador.

Bordeando su trazado, por la Calle Pavía es posible encontrar un pequeño y discreto monumento en honor al ilustre tenor navarro Julián Gayarre, un guiño que acerca mis dos tierras hasta fundirlas en una sola. A pocos metros de distancia, en la Plaza de Oriente Nº3 se encuentra la que fuera casa y taller del pintor Diego Velázquez. Desde 1652 a 1660 el artista habitó aquí la llamada ‘Casa del Tesoro’ muy cerca de sus principales clientes, la realeza que se alojaba en el Palacio Real. Entre esas paredes se materializó una  de las obras pictóricas más grandes de la historia ‘Las Meninas’.

La Plaza de Oriente es un magnífico escenario tanto por lo que muestra como por la historia que arrastra. Entre sus hileras de columnas de reyes habita receloso el Monumento al Cabo Luis Noval, obra del excelso escultor Mariano Benlliure. En él aparece el heroico soldado que falleció en el frente en 1909 en el Norte de África. Su ejecución artística es magnifica, casi a la altura de esa gran obra que corona y preside todo este espacio. En el centro de la plaza, Felipe IV aparece representado en una estatua que resultó pionera en el mundo y que siglos después sigue siendo apodada la estatua de los tres genios. En ella intervinieron Pietro Tacca, Galileo Galilei y el ya citado Velázquez. Casi nada.

Caminar de forma tranquila, sin ruidos ni grupos de gente, entre todos estos tesoros permite mirar fijamente a los ojos a la historia. Respirar calma y andar de manera pausada nos abre la mente y encima nos brinda la oportunidad de asimilar la grandeza de una ciudad que tiene cientos de detalles que sacar a la luz en cada paseo. La Plaza de Oriente parece un lugar hecho por y para la realeza y que ahora todos disfrutamos. Detrás de su solemne fachada se oculta un hervidero de rincones y anécdotas que viven en uno de los lugares más privilegiados de la ciudad.

Después de deambular un buen rato entre sus árboles y senderos siempre termino por sentarme unos cuantos minutos en uno de los escalones que dan al Palacio Real. En ese momento te sientes insultantemente pequeño. Alzas la vista y tratas de abarcarlo por completo mediante una panorámica  que parece no tener fin. En silencio e iluminado impone aún más respeto, como ese animal herido cuyo instinto de supervivencia lo hace imprevisible. Es entonces cuando recuerdas la inscripción que lleva la primera piedra que se colocó en este coloso en 1738. ‘Para la eternidad’ rezaba. Y es así como te sientes, ya que de algún modo anhelas que ese mágico y espiritual instante de reencuentro con uno mismo y con la ciudad dure, precisamente, para siempre.

Plaza de Oriente de Noche, Madrid

 

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