Mi pequeña Jirafa mayor
No me puedo creer que vayamos a meternos otra vez en el bucle de llanto-pecho-pañal-paseo-llanto-pecho-pañal-paseo... y lo más increíble de todo...¡Incluso sin perder la emoción de la primera vez! Yo ahora mismo soy un mar de dudas, no exactamente igual que la primera vez, ya que la primera vez tenía un punto de ignorancia sobre cómo podían ir las cosas. Esta vez voy con lecciones aprendidas: sé que va a ser cesárea, no como las 2 veces anteriores que confiaba plenamente en que sería un parto estupendo, sé cómo es la recuperación, sé qué son los entuertos (...ay amiga....los entuertos....) sé que el principio cuesta.... Pero también sé que no hay nada más gratificante que verle la carita, que ver la ilusión con la que le miran sus hermanos, ver a papá Jirafa con ese brillo en los ojos (sí, también cansancio, pero vamos a pensar en positivo)... De nuevo doblando ropita minúscula y metiendo en los cajones del mueble cambiador, ese mueble por el que ha pasado la ropita del mayor, de la ahora "mediana" de la casa y por fin recibe la ropita del benjamín.
Han sido 9 largos meses de espera, sobre todo para sus hermanos, que día tras día preguntaban cuánto faltaba. Cuando todavía no se me notaba la tripa, la jirafa pequeña, me miraba desconfiada asegurando que ella también tenía un bebé en la tripa. Ahora ya le parece obvio que algo tiene que haber ahí dentro, y además ya le notan. Le notamos su cabecita, le notamos las patadas, jugamos a imaginar qué parte de su cuerpo es la que de repente sobresale (el "culete" es la que siempre les hace más gracia, claro). Y yo me muero por verle, por tenerle en brazos, por vernos a todos a su lado, enseñándole, ayudándole en cada pasito. Sabiendo que va a tener a dos hermanos mayores que van a cuidarle como nadie, ¡Qué suerte vas a tener, pequeña Jirafa!