José María Merino nos invita a un apasionante viaje por el Quijote
El Quijote es un libro en el que me encanta perderme (o encontrarme, según se mire). Al Quijote siempre vuelvo. No hay libro que me acoja mejor, en el que me sienta más a gusto.
No es de extrañar, por tanto, que en este blog sea cita segura cualquier nueva publicación relacionada con la gran novela de Cervantes. Y ahora toca, porque el escritor José María Merino, teniendo el magisterio de Cervantes como insignia y a la editorial Reino de Cordelia como médium, acaba de publicar A través del Quijote, un libro que, ya les adelanto, es de obligada adquisición, bien por la vía del préstamo, la compra o el hurto (allá cada cual), para todos los que sentimos devoción por la novela más importante desde que los homínidos escriben.
Pero, ¿qué es A través del Quijote? Algunos lo denominan "artefacto" (palabra horrorosa donde las haya con la que los adictos a poner etiquetas se refieren a los libros que, por su singularidad, son inclasificables). Vale que no es ni novela, ni ensayo, ni estudio, ni tratado, ni nada que se le parezca. Pero sí que se puede contornear su contenido diciendo que es una extraordinaria guía de lectura del Quijote. Y se puede precisar aún más diciendo que, por sus especiales características, es igualmente disfrutable para el antes, para el durante y para el después de la lectura del Quijote.
Aventura de la cueva de Montesinos. Salvador Tusell sobre copia de Doré
Viene esta obra a hacer compañía a otras de igual intención (aunque muy diferente composición) disponibles en castellano, como la ya clásica Para leer a Cervantes, de Martín de Riquer (Ed. Acantilado), o la más reciente El Quijote de Wellesley, de Javier Marías (Ed. Alfaguara). Al igual que las citadas, la de Merino propone un recorrido literario por los distintos episodios que componen la novela cervantina, si bien lo hace (y esta es su singularidad) de un modo muy original y ameno (casi diría que divertido o, al menos, chispeante, jovial). Y es que su autor nos habla del Quijote y de sus pormenores a través de diálogos, miniensayos, microrrelatos, extractos de conferencias, historias, reflexiones y anécdotas, todo ello muy bien hilvanado, y contado con un lenguaje claro y directo.
En A través del Quijote los lectores nos dejamos llevar gustosamente, casi sin darnos cuenta, de la mano de numerosos personajes, unos reales y otros no, como es el caso del profesor Eduardo Souto y su discípula Celina Vallejo, que son los que, con la excusa de emprender un viaje por La Mancha, ejercen de cicerones por el espacio y el tiempo de la propia novela:
«Celina, entusiasta lectora del Quijote, estaba muy interesada por los espacios donde se desarrollan las diferentes peripecias del libro, pues iba a preparar una ponencia titulada Los lugares del Quijote para un simposio en el que participaría después del verano. Tenía el propósito de recorrer los supuestos escenarios en que transcurren las aventuras quijotescas, y muchas veces le hablaba de ello a Eduardo. Y como con vistas a Semana Santa se anunciaban días de buen tiempo, Celina le propuso una excursión a La Mancha. Entre otros lugares no determinados en la obra, Celina quería visitar ese pueblo «tan cerca del Toboso», como recuerda Sancho Panza en el capítulo XIII de la Primera Parte, que se llama Miguel Esteban, porque pensaba que ese podía ser, precisamente, aquel de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse.
—Está a poco menos de nueve quilómetros de El Toboso, y unido a él desde hace siglos por buen camino… Aldonza Lorenzo era de El Toboso… El narrador «no quiso acordarse», ocultó el nombre del pueblo, porque coincidía con su propio nombre de pila: una típica broma cervantina. Además, hay que tener en cuenta que «no quiso acordarse» es expresión ambigua, pues también significaba «no pudo acordarse»… Un lugar común que se ha mantenido en vigor durante mucho tiempo… Todavía hay quien, al intentar recordar algo y no conseguirlo, dice… "vaya, que no quiero acordarme".
El profesor Eduardo Souto se quedó mirando a Celina con una mezcla de admiración y escepticismo:
—En eso tienes razón. En la edición de la Real Academia para el Cuarto Centenario, la que coordinó Francisco Rico, lo dice en nota a pie de página, mira: "No voy o no llego a acordarme"».
Dibujo de Robert Smirke sobre la penitencia de Don Quijote en Sierra Morena
Un aspecto que eleva a este volumen a la categoría de preciosidad es la batería de ilustraciones que incluye: más de un centenar de grabados, dibujos y pinturas de artistas de todos lo tiempos y de todos los países, desde los hermanos Carnicero a Miguel Ángel Martín, desde Hogarth a Doré, desde Robert Smirke hasta Vierge, pasando por Apeles Mestres, González Rojas, Jiménez Aranda y un largo etcétera.
El libro de José María Merino se disfruta por sí mismo, tanto si se ha leído el Quijote como si no. A mí me ha parecido apasionante, y está escrito con tanto amor y con una admiración tan sincera hacia Cervantes, que he decidido colocarlo en mi biblioteca junto al ejemplar del Quijote que guardo con más cariño. No les digo más.