A ti que adoleces de Dioses
que predicas con el mal ejemplo
que desbordas de júbilo
que gozas de millones de errores
por cometer y de los que no aprender
que portas todavía la vida
inyectada y burbujeante en las venas.
A ti te digo:
sé educadamente insolente
sé arrogantemente justo
sé prodigiosamente disidente
sé salvajemente insaciable
sé látigo de la tibieza
sé románticamente violento
sé lascivamente frágil
sé eruditamente imberbe
sé deliciosamente insoportable
sé etílicamente lisérgico
sé todo lo que no te permitan.
Y sobre todo:
no me cedas jamás el asiento en el Metro.
