347 A un sueño…
El blog que Thiago
¡No debí dejar que me hablaras de amor!. Mientras leía tus palabras entre extasiado y aturdido, sorprendido y temeroso, sentí que me quemaba en esa hoguera del placer de tus gemidos. No acertaba a hablar.
Estaba paralizado y ni mis manos ni mi cuerpo me obedecían ni pude dar marcha atrás y tampoco retirarme de ese fuego que me abrasaba. Aunque yo callara y no pudiera razonar, me hice prisionero y esclavo de ese mundo tuyo, sin fronteras ni tabúes que ansiabas explorar.
Me llevaste a dar un paseo por las nubes y como si fueras el maestro del mundo me enseñaste las estrellas al pasar, la luna se asomó a tus ojos y vi en ellos un brillo especial.
Tu mano en mis manos, tu boca en mi boca, mi alma tocó tu alma y sintió frío pero su locura le dominó y se perdió sin miedo en ese torbellino fiero en el que tu abrazo se convirtió.
Cerré los ojos fuertemente porque sentí que me hacías daño y cuando los abrí, el grito se ahogó en la sorpresa de la mirada. Tú te deslizabas por encima del viento, raudo y veloz y en tu rápida carrera te soltaste de mi abrazo y yo, entre las nubes convertidas en tormenta, atrapado quedé.
Me pareció ver por un instante tus manos abiertas y tendidas hacia mi, queriéndome alcanzar, pero la tormenta se convirtió en huracán absorbiéndome hacia el fondo y cuando el granizo dejó de machacarme transformándome en lluvia dulce que me acarició y me condujo de nuevo a la superficie, esas manos estaban alzadas ya en un adiós.
Quise regresar a mi mundo real pero no encontraba trazado ningún camino y continué allí vagando sin rumbo fijo, perdido en la intensidad del recuerdo de tus besos, esclavo de tus palabras, justificando tu partida y desgranando las horas hasta que tropecé con una escalera suspendida del cielo y comencé a bajar por ella triste y vencido.
En el primer escalón estaba mi gran desconsuelo. Lo recogí con cariño, lo acuné entre mis brazos como si se tratase de un niño y atropellándome entre mis propios pasos continué bajando.
Escalón tras escalón, pisoteados y sangrantes aún, los trozos de mi corazón seguían latiendo con un ruido ensordecedor que hacía daño en los oídos. Cerré de nuevo los ojos ignorando que se me iba la vida e intenté concentrarme para evitar la caída, mirando fijamente delante de mi.
El vértigo me inclinaba hacia el abismo sin fin, que imaginaba tras esa escalera. El miedo se apoderó de mi, traicionero y apuñalándome de nuevo en la profunda herida me recordó la certeza de tu partida.
Yo no quería seguir mi camino, presentía en mi corazón que si llegaba al final de la escalera, el despertar cruel de tu desamor sería ya una realidad sin compasión que me destruiría. No quería despertar porque sabía que tú, tú me amabas.
Había visto ese amor en tus palabras escritas con rabia, en tus desplantes sin razón, en ese encuentro que anulaste, incluso en los insultos que una vez me lanzaste. Había visto en tus maravillosos y grandes ojos negros de esa fotografía que me enviaste una vez y en las veces que me dejaste ver tu cara, un profundo dolor que se arrastraba callado y silencioso porque no querías perder ese tren del amor que una vez te hizo tanto daño.
Tu fiereza y desafía me dicen que me amas como yo te amo: dando la vida ante esas ansias de ternura y deseo que se funden en sueños locos y se queman en el fuego de la pasión que nos arrastra. Te amo y tú me amas, me has buscado con miles de nombres y miles de caras pero siempre supe que detrás de ellos estabas tú, silenciosa y temerosa de yo te pudiese descubrir, pero mi amor es tan grande que siempre supe que eras tú.
Sé que tú sueñas mi mismo sueño desde que me dijiste aquel día que mi alma había tocado la tuya y que navegabas conmigo en esa tempestad de sentimientos, en esas ansias de hacer realidad los deseos de estar juntos mirando las estrellas y con tu mano en mis manos, tocar ese mar en el que tanto navegamos con el pensamiento.
Muchas veces y a pesar de la distancia que nos separa, siento que estás pensando en mi, deseando y temiendo volver a hablarme porque no quieres perder lo que tú crees que es orgullo y venir a mi, sincera y real.
Empezaste a conocerme y sé que para ti era entonces sólo un juego, después te diste cuenta que me necesitabas, que me anhelabas, que sentirme cerca de ti, detrás de una pantalla destruía tu soledad y desterraba los fantasmas de ese pasado tuyo que tan celosamente ocultabas y que tanto y tanto te hirió que prefieres alejarte de mi, olvidar tu sueño, nuestro sueño y esconderte ahora no sé donde porque ya no te encuentro.
Prefieres encerrarte de nuevo en tu ira y desdén y aunque te ahogas entre tus paredes, solitaria y triste, yo sigo encontrando en ese desprecio tuyo que ese amor del que, un día me hablaste, aún no te abandonó.
Piensas que en la huida encontrarás la salida y te librarás de las cadenas que te atan, sin embargo huyes de ti mismo y en tu ceguera por liberarte no te das cuenta de que tu alma aún no está poseída por esos sentimientos que fueron tan fuertes y profundos que siguen arrastrando esas cadenas y que, en tu loca carrera, tu fuerza y voluntad se irán perdiendo y llegará el momento en que te pesarán.
Mientras tanto, yo continúo bajando la escalera de mis sueños y me sentaré en el último escalón porque no quiero despertar y porque además siento dentro de mi que algún día tú, tú me buscarás.
@moradadelbuho