Hoy aquí celebramos el día de la madre! Como me decía una, “el día de la madre es cada día“. Y tenía razón. Pero se me ocurre que todos somos hijos irremediablemente de una y no nos preguntaron nunca qué esperábamos realmente de nuestra madre…
Seguramente si me hubieran preguntado qué esperaba yo de mi madre, le habría contestado que amor, amor a ella misma y amor hacia mí, su hijo! Posiblemente estaríamos todos de acuerdo que nuestra madre no nos negó su amor puro e incondicional, ni su innata vinculación con nuestra Alma. Pero es posible que, lo supiera manifestar o no, no siempre nos lo dió gracias al amor a sí misma. Quizás asumió su rol de madre, sin quererse a ella misma primero… Y recuerda, nadie puede dar lo que no tiene…
Amarse a ella misma va más allá que los cuidados que tiene cualquier madre con su hijo. Mucho más allá de la preocupación permanente por su querido hijo. Para saber amar, tal vez sea necesario amarse uno mismo antes! Amarse a uno mismo tiene que ver con la humana necesidad de luchar por una vida mejor y por la felicidad! Ser capaz de ser feliz, para luego ser capaz de mostrar la felicidad a su hijo, aunque éste tenga su propio camino hacia la felicidad!
Un hijo no es -ni puede ser nunca- algo exclusivo y excluyente, ni el sustituto necesario de la carencia de amor! Tampoco debe ser como muchas madres creen, alguien de quien preocuparse. Preocuparse por alguien muchas veces enmascara la falta de confianza… y amar siempre es confiar! Así como sufrir no es un síntoma inequivoco del amor, aunque álguien parece habérnoslo enseñado desde niños! Quizás son esas lecciones que muchas madres nos dieron junto a la leche templada y con cariño…
La verdad es que un hijo necesita amor, nada más que eso! No concesiones, ni mimos gratuítos, ni un único e infalible camino hacia la felicidad… o, lamentablemente, otras muchas veces hacia la infelicidad! Un niño nace feliz, por definición, y aprende de lo que ve, siente y vive, sin modelos, ni discursos, ni referentes ajenos, que le lleven hacia la felicidad! Esos son solo escenarios que favorecen o no la felicidad de un niño! A mí, la verdad, me hubiera gustado que mi madre me dejara como patrimonio su alegría, su tesón hacia su propia felicidad, en vez de dejarme ese amargo sabor de boca de una infelicidad camuflada bajo la maternidad y el miedo, con todas sus carencias, desengaños o flaquezas! La maternidad es un privilegio de la mujer… y no su perpétua condena para sentirse solo útil o el único sentido pleno -pero incompleto- de su vida!
Como siempre ocurre en la vida, las cosas dependen del sentido que les demos, en nuestro corazón! Un hijo puede ser una gran oportunidad… o bien un castigo de por vida! Un hijo es la posiblidad de mirarnos a nosotros mismos cuando éramos niños y aprender cómo deberíamos volver a serlo, algún día! Un hijo es un papel en blanco con el que compartimos una vida en la que todo está por hacer y llenarla de amor… o bien un garabato más en nuestra vida gris, desdichada y con miedo!
Felicidades a todas las mujeres-madres que tienen el privilegio y el valor de serlo, sentirlo y vivirlo así, aprendiendo cada día a ser buenas hijas… a la vez que enseñan y aprenden junto a sus hijos a ser felices, compartiendo una mejor vida!
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