Dejando aparte su ideología y su apoyo al abyecto régimen castrista, las canciones de Silvio Rodríguez siempre consiguieron cautivarme. Es más, contra su propósito expreso, conseguían en muchos casos hacerme sentir "transcendencia", por llamarlo así. Es el efecto de la música y la poesía que tiene, en su belleza, un destello de lo divino.
Esta canción, con el tiempo, me hacía reflexionar sobre el efecto que el tiempo y la experiencia han ido produciendo en mí. Desde aquel adolescente bocazas que decía lo que no debía movido por un idealismo ciego, a un señor que va pasando de la mediana edad y que se piensa dos veces lo que va a decir sin que siempre consiga ser prudente (para muestra este blog).
A veces echo de menos aquella capacidad de ser imprudente para poder decir a más de uno lo que necesita escuchar aunque no le guste.
Esta reflexión que no todos entenderán (supongo) viene a cuento de que me di un "imprudente" paseo por blogs de opinión de cierto personal muy dado a criticarlo todo y a todos desde ese espíritu de superioridad moral, política o no se sabe bien qué. Un sector ideológico que parece padecer de hemorroides continuamente por lo agrio de su visión de todo y que desde su admiración por la ideología más totalitaria y asesina del pasado reciente y el presente, se permite el insulto, la descalificación y la burla de los demás.
Pero qué se le va hacer, son así y no parece que vayan a cambiar. Ya lo dice la biblia: "No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta" (Eclo. 3, 30). Lo que pasa es que hace gracia (patéticamente, pero gracia) que después de soltar por esa boquita toda clase de inmundicias alguno se queja de que ahora le pasen factura... el colmo de la hipocresía.
Con diez años de menos tal vez yo hubiera escrito un artículo un poco más agresivo y de eso iba la referencia a la canción. Disfrútenla.
Si fuera diez años más joven que feliz
y que descamisado el tono de decir
cada palabra desatando un temporal
y enloqueciendo la etiqueta ocasional...