Revista Opinión

A Veces Hay Que Perder El Autobús.

Publicado el 18 enero 2019 por Carlosgu82

Llevaba esperando meses este día. Incluso un año. Así, el gran día, Theo se acercó a Joss Stone y puso sobre la mesa su best seller. Una de las mejores novelas que había leído en su vida.

– ¿Cómo te llamas, muchacho? – le preguntó el escritor.

– Theo – titubeó.

– Theo, me encanta para uno de mis próximos personajes. Y dime, ¿qué te gusta a ti, Theo? ¿Cuál es la escritura de tu vida?

– Bueno, yo no suelo tener mucha suerte, ¿sabes? – expresó, lamentándose, con la cabeza agachada.
– Uy – se sorprendió su ídolo-. ¿Y eso?

– Soy como el chico al que todo le sale mal en las películas. Es como si hubiera nubes repartidas por ahí y yo fuera metiéndome de una en otra.

– No te creo. Pero si no tendrás más de quince años, como para pensar así.

– Para que te hagas una idea… – se desahogó– suelo ser ese que acostumbra a perder el bus.

El escritor, desencantado con lo que estaba escuchando, cerró su novela, la cual se encontraba a punto de dedicar.

– El día de nochebuena del año pasado tuve que ir a trabajar de azafato a un congreso. Es lo que yo solía hacer. En la ciudad, a dos horas de mi casa. Era el único día en el año en el que toda mi familia se reunía. Pero yo necesitaba el dinero. No iba a llegar a la comida, pero estaba seguro de que si me organizaba bien, conseguiría acompañarlos en la cena. Era muy importante para mí estar allí, con ellos. Llegué a la estación un minuto después de que saliera mi autobús. Y mira que corrí para lograr llegar a tiempo. No lo conseguí. El siguiente transporte salía dos horas después. Llegaría cuando la cena estuviera prácticamente acabada. Desconsolado, me fui a la orilla del río, a esperar. Allí se me vinieron muchas cosas a la cabeza. Una de ellas, la más importante, fue la trama de esta novela que hoy tienes entre manos. Lo cierto es que hoy volvería a perder ese autobús. La gente que es como nosotros, Theo, como tú y como yo, los que nos hacemos llamar artistas, los que no encontramos más razones que esa para vivir, necesitamos que las cosas malas sacudan nuestra inspiración. Es la única forma. Si siguen pasándote cosas malas, como tú dices, es porque aún no has sabido exprimirle la parte buena. Por eso está bien que nos metamos en todas esas nubes a las que aludes, para que aprendamos lo divertido que es bailar, cantar o pensar en una historia debajo de la lluvia. Además, recuerda que ese protagonista al que aludes, ése al que todo le va mal en las películas, siempre triunfa.

– Seguramente, la historia hubiera venido a ti en cualquier otro momento- concluyó, convencido.

– O no. Si no pierdes, es difícil saber qué se siente con la pérdida. Tal vez la hubiera escrito dos años después, o a la semana siguiente. O nunca. El caso es que mi detonante fue ese. Y quién sabe, quizás el tuyo sea este. Tener esta conversación aquí, conmigo.

– Joss, tenemos que pasar al siguiente.

Un hombre le tocó la espalda al escritor y le susurró una advertencia. El lugar se estaba colapsando. El autor volvió a abrir el libro por la primera página y le apuntó su email y su número de teléfono.

– Me da a mí que tenemos una conversación pendiente. Tan mala suerte no tienes cuando te llevas mi confianza en ese libro, ¿no?

El joven sonrió con toda la ternura que le emergió de dentro. Una repentina satisfacción, muy diferente a todo lo que había sentido en los últimos meses. A la salida del lugar, observó cómo la línea de bus que le llevaba a casa estaba a punto de detenerse en la parada. Muy nervioso, realizó el amago de correr. No dio ni un paso, cuando detuvo sus movimientos. Decidió que ese autobús iba a perderlo. Ya aparecería otro.


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