Uno de los titulares de la actualidad es que el alcalde de Burgos, Javier Lacalle, se ha visto obligado a paralizar las obras del bulevar de Gamonal por “imposibilidad” de continuar con el proyecto debido a las protestas vecinales.
Estas protestas surgieron porque los vecinos de Burgos se oponían al cierre de la calle Vitoria para reconvertirla en un bulevar, con el que se eliminarían unas 300 plazas de aparcamiento, que ahora son gratuitas, se construiría un aparcamiento subterráneo de 246 plazas de las que se podrá hacer uso durante 40 años con un desembolso de 19.800 euros y se reducirían a dos los cuatro carriles ahora existentes, uno por sentido para los vehículos. El barrio no quiere dicho proyecto de bulevar porque ven que los 8 millones de euros destinados para estas obras no son necesarios, sus necesidades son otras como construcción de guarderías, inversiones en educación, sanidad o ayuda a las familias del barrio que ahora lo necesitan.
El alcalde de Burgos ha advertido de que “el bulevar no ha sido el problema” de los disturbios producidos en el barrio, sino “la excusa” y en este caso puede que tenga razón, porque, fuera de los disturbios violentos, estas manifestaciones de los vecinos han encendido la llama para que su espíritu también se haya apoyado desde otras muchas ciudades españolas que se han unido al barrio Burgalés.
Mi reflexión es que “quizá” un problema que no parece “tan” importante como otros que estamos sufriendo nos ha hecho salir a la calle porque ya no vale todo. Estamos cansados de tantos despidos, de disminuciones de sueldos, de ver cómo los enfermos vuelven a los pasillos en las urgencias de los hospitales, ver cómo los juicios no se resuelven mientras ya se sufre demasiado, cómo en educación no se sabe a dónde vamos. Tanta corrupción, tantas falsas promesas, tantas mentiras… todo ésto no es pesimismo, es una realidad que duele.