Cuando se trata de evaluar la opinión de un grupo sobre cualquier asunto, hay que tener cuidado, porque existe el peligro de creer que lo que dicen los que más se manifiestan es lo que piensa la mayoría.
Lo hemos visto esta semana en el referéndum escocés. Antes del referéndum parecía que el Si a la independencia podía imponerse por mayoría, pero después de contar los votos se ha visto que no era así. Ha sido una muestra de algo que pasa a menudo: solemos oir sólo a quienes hacen ruido, no a los que se mantienen en silencio. Y es lógico. ¿Cómo vamos a oir a los que no hacen ruido?
No me interesa analizarlo desde la perspectiva política, sino desde la empresarial.
A muchas empresas les suele pasar algo parecido cuando se plantean qué piensan sus clientes potenciales de sus proyectos. A la hora de lanzar un producto o servicios nuevo, o de modificar los actuales. Se dejan convencer por los que hacen más ruido, por los más próximos, sin indagar más a fondo, sin preguntar a la ‘mayoría silenciosa’.
Poder llegar a saber la opinión de la mayoría silenciosa tiene un problema, que es silenciosa, no habla, y difícilmente se puede saber qué piensa, que opina.
La única manera de llegar a saber lo que piensa es a través de la acción. Deducir sus opiniones de sus actos. Hacerla actuar. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, cuando se quiere lanzar un producto o servicio nuevo, hay que testarlo, ofrecérselo y si compra es que le gusta.
Las palabras se las lleva el viento, pero los hechos son los que cuentan.