Huele a septiembre. Se acabaron las largas, inmensas, insultantes y excesivas vacaciones para sus señorías. En unas horas arranca el tedioso curso político, los programas estrella de la radio y la televisión, la información acelerada e interesada y las notificaciones políticas ultraimportantes en nuestros móviles. Regreso a la rutina cansina de comprobar que la clase política de este país habla mucho y hace muy poco. Mañana lunes se cumplen 127 días de un Gobierno en funciones con la sensación generalizada de que vamos directos a unas elecciones el 10 de noviembre. Si hasta ahora todos los movimientos que vimos fueron puro teatro, lo que veremos este septiembre será una tragicomedia que nos hará llorar de hastío o de risa.
Por un lado está el PSOE con ese quiero y no puedo que no oculta su gran deseo demoscópico: ir a elecciones para «tumbar» teóricamente a todos en las urnas. Ya veremos… Por otro lado está Podemos en modo desesperación permanente ante el nuevo desplome electoral que se le avecina por sus deslealtades en dos investiduras consecutivas y sus ansias por arañar poltronas de la casta.
En el otro bando está el PP más derechón, que aspira a gobernar el país con esa coalición electoral «España Suma» a la que nadie se quiere apuntar; Ciudadanos que sigue con su estrategia suicida de culpar/bloquear al resto y de escapar de todo lo que prometió; y Vox, que aún no se cree que tenga tantos escaños en el Congreso y tanta visibilidad mediática.
Lo dicho, vamos directos a elecciones por muchos aspavientos que veamos estos días, por mucho periodismo declarativo que soportemos y por mucho alarmismo al rojo vivo que suelten los todólogos en esas tertulias-espectáculo prefabricadas. El 10N hablamos nosotros de nuevo. A ver si de esta vez realmente nos escuchan y se dejan de soplapolleces.