Parece
que algo milagroso está acaeciendo por el Bernabéu. Y dicen que quien ha hecho
zozobrar al caballo y que Pérez
caiga del mismo para su vuelta a la fe
canterana, de la que abjuró por su megalomanía e intereses postrándose con los adoradores de becerros de
oro al ‘galactismo’ más estéril, tiene nombre y apellido: Zinedine Zidane. Ojalá sea así y entre el inolvidable fenómeno
francés y el nuevo inquilino del banquillo blanco, el italiano Ancelotti, nos traigan aquellos luminosos
días en los que quienes vestían la gloriosa camiseta madridista la sentían de
verdad sin estar sujetos a personajillos de medio pelo, como ha ocurrido en el
último trienio, y al asunto de las
pelas. De esto último es natural que cuiden, pues forma parte de su
profesionalismo, pero deben tener claro que también lo debe ser su ilusión por
alcanzar las mayores cotas deportivas para sí y, sobre todo, para el club que
les cobija bajo un escudo tan inigualable como impagable.
Zidane
sabe un rato de esto, aunque luzca el hombre ahora prudencia como antes excelencia jugando, y su
prestigio puede obrar finalmente el milagro que se empieza a divisar en
lontananza. Pero ha de acompañarle la sabiduría del nuevo técnico. Ancelotti
necesitará manejar las tres uves del éxito en el difícil empeño que tiene por
delante si finalmente es cierto que también apuesta por la juventud para hacer
con ella una plantilla y un equipo legendario: vista para elegir a chavales
de dentro o que lleguen de fuera con el cuchillo de la calidad y el coraje en
la boca, voluntad inquebrantable de
hacerles jugar con un esquema reconocible y acorde con la exitosa trayectoria
secular del club, y valor para aguantar la fórmula al margen de los primeros
resultados inquietantes que puedan llegar. No sería el primero en hacerlo
en la historia reciente de nuestro fútbol. Fue lo que hizo Guardiola en el Barsa haciéndole marcar una época en la historia
del fútbol.
En
tan loable fin tiene el italiano una gran desventaja respecto del catalán y,
sin embargo, un punto fuerte personal que puede contrarrestar aquella.
La
debilidad es que los jóvenes del Barsa tenían una forma de jugar desde las
categorías inferiores que les confería marchamo de calidad y gusto por el buen
juego, el de la Masía, y, por el contrario, los del Madrid carecen de un
esquema propio desde su base y cada equipo ejerce en el campo lo que su técnico
de turno les enseña. Por eso en los blaugranas suelen aparecer varias futuras
figuras en la misma tacada generacional y en los blancos priman las
individualidades. El último ejemplo de lo excepcional fue cuando la llamada
quinta del buitre, y también contribuyó a ello lo que a continuación diremos.
La
ventaja del nuevo entrenador madridista es el gran prestigio profesional con el
que llega al Bernabéu, más el apoyo que pueda encontrar en Zidane para superar
las seguras dificultades que hallará en el comienzo de la ilusionante aventura
que parece vislumbrarse. Y, también, que una parte notable del madridismo está
deseando que ello suceda. Enfrente tendrá a los forofos irreductibles que
tienen a ciertos personajillos de cuyo nombre quiero dejar de acordarme como
pendones de su barriobajero madridismo y jalean meteduras de pata, de dedos, de
lengua o de lo que haga falta.
Ojalá
tenga Ancelotti las cinco uves - con ‘vuevos’ -
que tuvieron Di Stéfano y Amancio para hacer titulares a los Sanchís, Butragueño, Michel y Martín Vázquez, por ejemplo.
Y
hay otro hecho por el que también suspiran los buenos aficionados blancos: que
en el futuro de España como mejor
selección del mundo en la actualidad, según la propia FIFA, jueguen un número
notable de valores madridistas y no los escasos dos o tres fijos que se han
alineado en el último quinquenio coincidiendo con la edad de oro de nuestro
fútbol. Las mieles de esa grandísima
gloria también se las ha birlado el máximo rival. El Barsa no sólo ha
llegado a tener hasta ocho jugadores titulares en la actual campeona del mundo
y las dos últimas de Europa sino que ha sido el referente de mejor juego mundial
que ha exhibido nuestra selección.
Muchos madridistas están deseando que los Morata, Jesé, Isco, Carvajal, Derik o Illarramendi,
si afortunadamente se confirmara su fichaje, y algún otro por el estilo – lo de
Thiago sería la ‘releche’ por la
actual tontuna culé – tomen el protagonismo que merecen.