En el prólogo de una de los libros más hermosos que he leído nunca, Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, su autora cita una impresionante frase de Gustave Flaubert: "Los dioses no estaban ya y Cristo no estaba todavía. Y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo". La cuestión es que por una de esas asociaciones de ideas que surgen sin saber muy bien por qué, leyendo las páginas finales de La democracia en Europa de Daniel Innerarity, he recordado la frase de Flaubert y su cita por Yourcenar.
Cuenta Innerarity en su libro la anécdota de un presidente del parlamento alemán, aficionado a hacer coincidir sus visitas oficiales con países en los que había algo que cazar, que tuvo una experiencia desconcertante en la antigua colonia alemana de Togo. Mientras era conducido del aeropuerto a la ciudad, comenta, la multitud exclamaba algo cuyo significado le intrigaba. Su anfitrión le explicó entonces que el grito uhuru significaba independencia, lo que el huésped no conseguía entender pues Togo ya era independiente. "Sí, pero eso fue hace mucho tiempo y la gente se ha acostumbrado a ello", le aclaró el presidente togolés.
El mundo ha dado demasiadas vueltas en los últimos años, sigue diciendo Innerarity, pero muchos siguen entonando su grito particular como si aquí no hubiera pasado nada. Aunque nuestros rituales parezcan no haberse enterado, el mundo de Westfalia ha cambiado mucho en estos casi cuatrocientos años. Están produciéndose actualmente una serie de transformaciones de los espacios políticos en virtud de los cuales el mundo relativamente simple de los estados está siendo complementado por nuevos espacios con diferentes relevancia sociales y políticas. En este mundo cambiante hay muchas cosas que o bien han dejado de tener sentido o únicamente lo mantienen si se modifica el contexto, alcance y significado de lo que en su momento constituyó una evidencia. Conceptos como soberanía, marco constitucional, integridad territorial o autodeterminación necesitan ser repensados si no queremos ofrecer el mismo espectáculo que asombraba al visitante alemán.El Estado nacional, añade, se ha convertido en un actor semisoberano. Buena parte de la política que hacen los estados nacionales está encaminada a simular que actúan en un contexto territorial definido y a disimular las implicaciones y relaciones extraterritoriales en que están atrapados. Se trata de un juego entre la ficción de unidad nacional y la realidad de las dependencias transnacionales. Estamos viviendo un momento de profundas mutaciones en la historia de la humanidad, con la peculiaridad de que ciertas formas de organización de la vida en común se nos están volviendo inutilizables a mayor velocidad que nuestra capacidad de inventar otras nuevas. El envejecimiento de los conceptos es más rápido que nuestras capacidades de reposición. En estos momentos históricos entre el "ya no" y el "todavía no", los seres humanos ofrecemos espectáculos diversos que podrían hacer reír a los togoleses, pues hay quien reivindica lo que ya tiene. quien defiende lo que no está vigente o quien promete lo que no puede, termina diciendo Innerarity.¿Comprenden ahora el por qué de mi asociación de ideas con la frase de Flaubert citada por Yourcenar?: "Los dioses no estaban ya y Cristo no estaba todavía. Y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo". ¿Cómo ahora?, me pregunto...Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
HArendt