"Lo sabemos, -comienza diciendo en el A vuelapluma de hoy la escritora Isabel Gómez Melenchón-, son muchos los que ven acercarse estas fechas como quien se asoma a un acantilado, eso sí, envuelto en las mejores intenciones, que son las que más catástrofes causan: te despeñas en las cenas de empresa, el amigo invisible te deja lleno de moratones y vuelves a casa como manda la publicidad para encontrarte con que han talado El Almendro. ¿Acaso alguien en su sano juicio puede creer que de las reuniones familiares puede salir nada bueno? Si tan felices nos hacen, ¿por qué no las organizamos más a menudo? A todas las mentes preclaras que ahora mismo estén asintiendo con el corazón en un puño y la cartera abierta en el otro, que esa es otra, a esas mentes que llevan varias semanas soportando este déjà-vu en un claro ejemplo de ansiedad anticipatoria y sin remedio, les digo que en varios canales ya han empezado los ciclos de películas de terror navideño, para compensar (y aliviar, en la medida de lo posible) tantos ¿buenos? deseos. Halloween todo el año y sin que hagan falta las profecías de Greta y sus mariachis, que nos dan tanta grima porque sabemos que son ciertas. Mientras esperamos lo inevitable, sea en forma de besugo al horno o besugo a la huella de carbono, podemos deleitarnos con elfos zombis, Papás Noel psicópatas, abuelitas entrañables que preparan la carn d’olla con proteínas de origen incierto y niños que al no encontrar el último iPhone debajo del árbol se comportan como si estuvieran un domingo cualquiera en un restaurante. Atroz. Para empezar, ¿qué es eso de blanca Navidad? Cuando era pequeña me cansaba de mirar al cielo a ver si por una vez caían copos como en las películas americanas y me he quedado arrastrando una tortícolis de por vida. Las Dark Christmas se ajustan más a nuestra climatología; además, pocos ambientes se prestan tanto al mal rollo como las decoraciones navideñas: si es que es ver a una pareja besándose debajo de la rama de acebo para estar deseando ver entrar por la ventana al Santa Claus maniaco. Que encima les hacemos un favor, porque el acebo es un símbolo de fertilidad y están las cosas como para traer más angelitos al mundo, que luego crecen y me remito al párrafo anterior con sus iPhones y Plays. No importa que la mayoría de estas películas sean (entretenidamente) espantosas, si tienen tanto éxito por algo será; la cuestión es pasar unas Navidades de miedo, pero de mentirijillas, en el pleno (sin)sentido de la palabra".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
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HArendt
Entrada núm. 5571
[email protected]La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)