Foto: Airbnb
LA PALABRA GENTRIFICACIÓN no está en el Diccionario de la RAE. No, de momento, pero la Real Academia Española acabará incorporándola dada la rapidez con la que este término ha prendido en los medios de comunicación tras haber saltado con gran vigor desde el mundo de la sociología y el urbanismo. Alternativas como “elitización” o “elitización residencial”, aún no han conseguido hacerse un hueco, ni falta que hace.Gentrificación, según la Fundéu BBVA (Fundación del Español Urgente) “es una adaptación adecuada al español del término inglés gentrification, con el que se alude al proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor”. La palabra inglesa gentrification deriva del sustantivo gentry (‘alta burguesía, pequeña aristocracia, familia bien o gente de bien’). Sirva este rodeo para tratar de acotar algo de lo que está pasando en el centro de Madrid y su progresiva “barcelonización”. En apenas una década, según relataba el pasado sábado El País, el centro de la capital ha perdido un 10% de su población, mientras las viviendas turísticas han crecido un 50%. "No estamos como Barcelona, pero nos acercamos a marchas forzadas", alertaba en este diario el investigador Álvaro Ardura, que ha participado en un estudio sobre alojamiento turístico elaborado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. La transformación del centro urbano, como consecuencia del pujante “turismo desbordado” está ahuyentando a los vecinos de toda la vida, espanta a las familias jóvenes que pudieran estar interesadas en crear su hogar en la almendra central y, de paso, expulsa al pequeño comercio. ¿Y todo esto para qué, con qué finalidad? Para favorecer la creación de hoteles y viviendas turísticas en un entorno de grandes cadenas, comerciales y de ocio, y franquicias de todo tipo. “Madrid no es Barcelona”, dicen, todavía no, pero va camino de superarla si no se interviene de forma rápida y enérgica.El equipo de Manuela Carmenaquiere actuar antes de que sea demasiado tarde, pero el Gobierno de Cristina Cifuentes, consciente de la dimensión y complejidad del asunto, prefiere que haya primero “un marco nacional desde el que operar”. El más difícil todavía para distinguir los pisos de alquiler ocasional con los de carácter profesional y, de paso, incluir a plataformas tan exitosas como AirBnB. Y todo ello "sin demonizar al turismo".En el terreno municipal, el Área de Desarrollo Urbano Sostenible, que dirige José Manuel Calvo, apuesta decididamente por buscar “un equilibrio entre la actividad económica y el tejido residencial”. Y añade: “Una convivencia entre ambos sectores sin que uno tenga que desbancar a otro”. Lo que viene siendo un empate y no una victoria por goleada.El concejal de Centro, Jorge García Castaño, recordaba recientemente que, dado el cariz que estaban tomando los acontecimientos, el Ayuntamiento optó hace poco más de medio año por hacer un diagnóstico. Y se encontró con una situación cuando menos llamativa: “el incremento de los pisos turísticos está afectando al precio de la vivienda”. No hacía falta que el Ayuntamiento pusiera en marcha un estudio para llegar a esa conclusión. Lo que sí parece evidente es que la Comunidad de Madrid debería implicarse, ponerse las pilas, y afrontar de forma decida algún tipo de regulación. “Es su competencia y no puede eludir esta responsabilidad”, reitera García Castaño.En esa misma línea, el coordinador general de la Alcaldía, Luis Cueto, ha insistido en reclamar que este fenómeno “se regule de forma inteligente y eficaz con el objetivo de minimizar los impactos negativos”. Entre ellos, “la subida de los precios de alquiler residencial o la desaparición de ciertos tipos de comercio local por otros no dedicados a los no residentes”.Hace años, las denuncias vecinales se circunscribían a la degradación del centro. Sus llamadas de atención tienen que ver ahora con otro tipo de deterioro no siempre bien comprendido por quienes no residen en Huertas, Chueca, Malasaña, Ópera, Latina o Lavapiés: la proliferación de locales de ocio hasta convertir el centro en una inmensa barra de bar, la creación de un gran parque temático de las copas, el nacimiento de pisos para turistas sin ningún tipo de control junto a la subida, igualmente incontrolada, de los precios del alquiler en las viviendas habituales. ¿Y cuál es la consecuencia de toda esta ‘barcelonización’? Pues parece evidente que, a pasos agigantados, la expulsión de los tradicionales habitantes del centro, cuyo hueco puede quedar en manos de una indeterminada población flotante. Básicamente, personas de paso y turistas. Un bonito escaparate, pero no para vivir de forma permanente.Muchos dirán que, en un mundo global, este fenómeno es imparable y que Madrid no puede escapar a los dictados inexorables de esta tendencia. Sociólogos y urbanistas tienen mucha tarea por delante para analizar este nuevo fenómeno y establecer sus conclusiones. Ojalá que las decisiones políticas no lleguen demasiado tarde. De momento, muchos residentes empiezan a temerse lo peor. Que alguien, aprovechando el vacío legislativo y la falta de determinación de las autoridades, haya osado colgar ya un cartel donde rece: “El centro de Madrid está en venta. Fuera vecinos. Turistas bienvenidos”. Veremos.