Escribo como hombre, como hombre que se ha dado de bruces con una nueva revolución, en este caso la feminista, pero sobre todo, como hombre con agobiante sensación de no poder seguir el ritmo de esta sociedad. A medio camino entre el miedo a ofender a alguien y la necesidad de tener una opinión formada sobre cada nueva revolución (y se ha vuelto costumbre que tengamos una cada pocos meses), intento resumir en este artículo lo poco que conozco sobre esta cuarta ola feminista.
Por mi edad, conozco especialmente la opinión de chicas jóvenes, de entre 18 y 25 años, y especialmente entre las más jóvenes veo una fuerte concienciación sobre el tema de su libertad sexual, y veo que cada vez se nos exige mayor respeto a los hombres. Pero, ¿qué hemos hecho los hombres? ¿Tan maleducado hemos sido con las mujeres? ¿Nuestras ansias sexuales nos han hecho perder el respeto?
Pero no caigamos en errores, tampoco va de puritanismo la cosa. “Yo me acuesto con quien quiero, cuando quiero y como quiero” gritan ellas, mientras exigen respeto y libertad. Pues mire usted, no puedo estar en contra de eso.
Y sin embargo, aún hay momentos en los que veo odio a los hombres. ¿Quizás una reminiscencia del pasado del feminismo? Si el feminismo quiere ser una corriente masiva, si quiere democratizarse y popularizar sus valores, no puede excluir a la mitad de la sociedad. Pero el feminismo primero tiene que definirse, porque cada vez que me hablan de feminismo, tengo dudas sobre qué estamos hablando. ¿Violencia doméstica? ¿Igualdad salarial? ¿Respeto a la libertad sexual?
Y ahí me despido con una última cuestión: ¿Legalizamos la prostitución o la prohibimos? Pues parece que el feminismo no se pone de acuerdo en esta cuestión, igual que el parlamento español, que sigue sin decidirse a dar una regulación al tema.
Con el único ánimo de compartir mis reflexiones, les deseo un buen día a todos mis lectores.
Irreverente