Por Eduardo Montagut
Nuestro colaborador
Eduardo Montagut deja, pero no mucho, sus artículos sobre la tolerancia por el
racismo.
A vueltas con el origen del
racismo
Uno de los alimentos ideológicos del
racismo en nuestra civilización parte de una línea de pensamiento que tiene en
Gobineau y Chamberlain dos de sus principales protagonistas. Intentemos
analizar sus ideas.
El
escritor francés J.A. de Gobineau publicó en 1853 Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, obra donde se
recogían gran parte de sus ideas. Para el autor el desarrollo tenía que ver con
la raza. Aquellos pueblos que mantenían su pureza racial serían superiores. La
raza superior por antonomasia era la germana, que habitaba no sólo en Alemania,
sino también en el norte de Francia, los Países Bajos, Bélgica y el Reino
Unido. Era una “raza pura”, que procedía de los arios, frente a las “razas mestizas”
del sur europeo, mezcladas por su Historia vinculada al Mediterráneo. Por
debajo estarían las “razas amarilla y negra”.
Pero la
teoría de Gobineau encontró su máximo desarrollo gracias al escritor británico
H.S. Chamberlain, autor que influyó muchísimo más en Alemania que en su país
natal, gracias a que era suegro de Wagner, que se convirtió en uno de sus más
fieles seguidores. Su principal obra, Los
fundamentos del siglo XX (1899) fue publicada en alemán. Chamberlain
realizó una interpretación interesada de la teoría de Darwin para definir una
doctrina sobre la existencia de una raza de amos que habrían desarrollado sus
cualidades en un proceso de selección natural. Esa raza de amos tendría una
misión específica que cumplir. Había que conservar pura la sangre germánica
fuera de elementos extraños e impuros, como los que procedían del judaísmo,
pero también del catolicismo.
Estas
ideas influyeron claramente en el cambio de la política exterior de Alemania en
tiempos del káiser Guillermo II, cuando se abandonó la diplomacia bismarckiana
por la welpolitik, que no era otra
cosa que actuar de forma agresiva porque Alemania tendría, efectivamente, una
misión que cumplir en el mundo por su potencia económica, cultural y política.
Aunque es innegable que las teorías raciales calaron con fuerza en el seno de
la burguesía alemana, ávida de encontrar nuevas metas una vez que se había
completado el proceso de unificación, bien es cierto que también tuvieron éxito
en otras potencias imperialistas, especialmente en la creencia de que la raza
blanca era superior al resto de las razas del mundo.
Estas
ideas terminarían influyendo en movimientos y partidos políticos del siglo XX
con las graves consecuencias que todos conocemos, y que parece que no dejan
nunca de reproducirse.