Revista Sociedad

A vueltas con el pañuelo

Publicado el 02 mayo 2010 por Eko
HipocresiaLas noticias adquieren el valor que los medios de comunicación quieran darle, así que según crean ellos que es importante para nosotros, o por motivos y razones particulares, las lanzan a sus primeras páginas o las olvidan para volver a retomarlas pasado un tiempo. Unidas a las noticias, y nuevamente a conveniencia de los medios, trae aparejada polémica o por contra, pasa totalmente desapercibida entre la multitud de noticias con que se nos bombardea diariamente. En estos últimos días ha vuelto a la palestra la dichosa polémica del pañuelito entre las mujeres que profesan la fe islámica. Ya ves tú ¡que problemon!, y yo, tonto de mi, calentándome la cabeza de como voy a llegar a final de mes. Esta visto que cada uno entiende el problema como cree o hasta el punto que su condicionado cerebro le permite. Unos le dan al pañuelo un significado de sumisión al hombre, otros tintes religiosos y otros ambas cosas a la vez. Aún recuerdo yo a mi abuela con su pañuelo sobre la cabeza, y si no me equivoco, esa fue una costumbre bastante habitual en nuestro país hasta no hace mucho.
Vuelvo a preguntarme, que autoridad moral tiene occidente para juzgar una costumbre o creencia diferente. Se nos dice, que el uso del pañuelo es un signo de sometimiento al hombre, como si en occidente la mujer fuera el paradigma de la libertad. Lejos de las diferencias en salarios, o números de mujeres en altos puestos directivos. Lejos de la aberrante y primitiva violencia machista que lleva a muchas mujeres a la muerte, o en el mejor de los casos, a una vida rodeada de maltrato físico y psíquico. Nos encontramos con una constante ofensiva para no permitir que las mujeres dejen de ser un simple trozo de carne creado para el uso y disfrute del hombre. Se prostituye la imagen y el significado de ser mujer en aras de la comercialización y la libertad sexual. Y esas misma mujeres occidentales, progresistas o conservadoras y "libres", enarbolan dicha bandera vistiendo del modo que el hombre quiere que lo haga, sometiéndose a los cánones estéticos que el hombre ha creado y adoptando la actitud libertina que el hombre siempre había soñado. La mujer occidental ha convertido su lucha por la libertad, por la igualdad, en una lucha por convertirse en hombres. Han adquirido los mismos hábitos y defectos que han convertido al hombre en un ser descerebrado, movido por simples impulsos primitivos. Y sin embargo tenemos desde occidente la tremenda cara dura de decir como deben ser y vivir otras culturas.
Criticamos y tachamos de totalitarios, terroristas o machistas, religiones o sistemas políticos. Cuando desde occidente, asistimos perplejos a la multitud de casos pederastas en la fe católica, hemos vivido la unión de religión y sistemas fascistas, y sin embargo la financiamos con dinero público. Se han cometido genocidios que han pasado a la historia. Hablamos de asesinatos de fetos como si se hablara del tiempo que va a hacer. Leemos un día si y otro también los casos de corrupción en nuestros políticos. Acabamos con las selvas, contaminamos el medio ambiente y, sin movernos del sofá, vemos como se enjuicia y apalea públicamente a todo aquel que desea hacer justicia o, simplemente, pretende encontrar a sus familiares asesinados y enterrados en fosas comunes durante una dictadura. Inventamos guerras allí donde haya recursos que robar y explotar, mientras olvidamos a su suerte a países enteros de los que no podemos sacar provecho. Hemos colonizado el mundo, acabando con culturas milenarias, expropiando y explotando sus tierras y riquezas. Nos inmiscuimos en sus gobiernos, dándoles la dirección que más conviene a nuestros intereses, fomentado revueltas y golpes de estados a nuestro antojo y conveniencia. Limitamos y restringimos libertades por el bien de nuestra seguridad... La lista se me haría demasiado larga y vergonzante para seguir.
Por un lado se nos dice que la diversidad de razas enriquecen la cultura de un país, por el otro se dice, que si vienen se deben hacer a nuestras costumbres, pues están en nuestro país. ¿A que hacemos caso? ¿Que autoridad todopoderosa ha nombrado a occidente amo del mundo?
Dijo la sartén al cazo: ¡quítate que me tiznas!

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